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domingo, 29 de noviembre de 2015

¿SORPRENDIDOS? ANDA YA…



¿Sorprendidos por el último sacrilegio perpetrado por un pseudo artista con cerca de trescientas (¡¡¡trescientas!!!) formas consagradas? Pues si ustedes quieren que les sea sincero, yo no. Hombre, un poco sí… A mi lo que verdaderamente me sorprende es que, gracias a Dios, todavía haya gente que se sorprenda. Y al mismo tiempo, de que se hayan sorprendido, indignado, o de que de verdad se hayan sentido herida en lo más profundo de su corazón, tan poca gente. Y sin querer dármelas de pío ni de que me tachen de arpío.

Verán ustedes, no me puedo sorprender de que ocurran estas cosas porque generalmente suceden más por falta de educación, información y por supuesto, por la muchísima mala leche que se exhibe impunemente contra los católicos, que por cualquiera otra consideración, digamos que más profunda, de más sentido teológico.

Yo no me asusto ya de nada porque díganme si hoy en día hay en España (hablo en general) alguien, menor de cincuenta y tantos años que sepa realmente qué encierra el Precioso Misterio de la Sagrada Eucaristía, díganme si los niños, incluso con preparación para la primera comunión, saben, y lo que es peor, creen, que Jesucristo está vivo y realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Yo pongo en duda que lo sepan y que lo crean. Y claro está que no se puede generalizar.

Y la culpa no la tiene nadie, absolutamente nadie, más que nosotros mismos. Ni en la familia, ni en el colegio, y muchas veces ni en la catequesis, sabemos inculcar el amor y la devoción Sacramental.

Es triste decirlo pero en muchos de nuestros templos cada vez es más difícil encontrar un reclinatorio delante del Tabernáculo. Los sagrarios, no es que estén abandonados, tampoco sería justo decir eso, pero a algunos, una manita de limpiaplata y una jarra de claveles a cada lado no les vendría nada mal. Y que dentro del templo ocuparan un sitio de privilegio, no donde menos estorbe.

¿Cuántos de nuestros jóvenes serían capaces de seguir un simple Pangue Lingua cantado, o un Tantum Ergo sencillito (el solemne ni de broma), o saber qué es una Bendición Solemne con el Señor en la custodia? Ninguno. Si no se lo enseñamos, va a ser difícil o imposible que sientan veneración y respeto por la Eucaristía. Antes por lo menos, el último día de quinario de cualquier hermandad de medio pelo acababa de esta forma y hasta con Procesión Claustral, pero ya no mola. Hoy parece que estemos deseando acabar la misa para salir corriendo al ágape fraterno, si es gratis. No se cuida, no se mima la adoración Eucarística. Por parte de nadie.

Esto que ha ocurrido en Pamplona no es más que el reflejo de esa elocuente paradoja de ver los confesionarios vacíos y las colas cada vez más largas para comulgar, y donde, por cierto, cualquiera puede ya dar la comunión.

Hace unos años, tampoco muchos, en cierta parroquia al dar la comunión el sacerdote, se cayó una Forma Consagrada al suelo, la que liaron después las hermanas del viejo cura para subsanar el desaguisado fue para tener en cuenta, corporales y purificadores tapando el sitio donde cayó la Sagrada Hostia hasta que acabó la misa, y una vez terminada, refregoteo inclemente e inmisericorde a la loseta donde cayó, y cuya agua no fue vertida en ningún sumidero, sino a una maceta de pilistras que había en la sacristía, como estaba mandado. Celo eucarístico, es poco.

 Este año y en otra parroquia, al contrario, en una primera comunión cayó también al suelo otra Sagrada Forma y alguien de la fila la recogió como si se hubiera encontrado una moneda de dos euros, la miró, la limpió con la manga de la camisa (todo un detalle) y se la dio al celebrante tal como si nada. Cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Y no creo que a mejor. Al menos en el respeto a lo más sagrado.

La cada vez más extendida manera de dar la Comunión en la mano, tampoco creo yo que ayude al respeto y reverencia a Jesús Sacramentado, cuando casi nadie lo hace bien, y muy pocos comulgan delante del sacerdote. Solo así se explica que el energúmeno de Navarra haya podido coleccionar tantas Comuniones para hacer su obra de arte, o que se haya llevado un copón, y de los grandes, llenito hasta arriba.

Pero está claro que esto no le importa a casi nadie. Las manifestaciones de repulsa por este execrable sacrilegio (¿o tampoco a esto se le puede considerar un acto sacrílego?), pocas y con sordinas, parecen hechas como para no querer alborotar mucho el gallinero. Bueno, sí, pero gritad flojito…

Y a todo esto, ¿dónde está el pueblo fiel, las hermandades, especialmente las sacramentales? Pues cada uno a lo suyo, el pueblo fiel preparando las Fiestas del Solsticio, digo la Navidad, las cofradías a sus itinerarios, a sus estrenos, a sus ensayos… Y las sacramentales con sus líos de prelatura en la procesión del Corpus (donde por cierto cada vez vamos menos gente) y preparando la cera roja para los guardabrisas del pasocristo, eso sí. ¿Qué queremos, qué podemos esperar entonces?

 Luego nos extrañaremos de la reciente proliferación de adoraciones perpetuas, de hermandades sacramentales puras, o de pías uniones de nuevo cuño. Es que algo habrá que hacer por propagar la devoción y adoración eucarística, ¿no?

Y es que en general, somos cobardones. O nos da lo mismo ocho que ochenta, que es todavía peor. Nos da miedo dar la cara, nos pesa el qué dirán, que nos tachen de rancios, carcas, viejunos, cuando nada hay más nuevo que la devoción renovada día a día, o domingo a domingo, al Santísimo Sacramento.

No me valen manifestantes, ni fidelidades (admirables por supuesto) de beatonas de falda azul plisada, camisa blanca, crucifijo colgando al cuello, y rebeca por los hombros, respetabilísimas todas. O fervorosos cofrades de abrigo de cheviot. Creo que necesitamos, como los santos que pide S.S. El Papa Francisco, manifestantes actuales de pantalón vaquero que primero sepan lo que significa y luego defiendan lo más sagrado de nuestra Fe, al Jesús del Sagrario que desconocen, al que hoy arrinconamos en las esquinas de muchas parroquias en el mejor de los casos, o que directamente ignoramos. Porque de aquellos  abusos bajan, turbios y espesos, estos lodos. 

No es cuestión de lanzar ninguna cruzada, ni de montar un cadalso, ni celebrar ningún auto de fe en la Plaza de las Monjas, sino de demostrar solo un poco de coherencia, de mostrar el dolor de los pecados de una sociedad cuya execrable clase política, que votamos todos, es capaz de subvencionar y jalear sin rubor alguno una incomprensible obra de arte realizada con Formas Consagradas, en una desnortada y desnaturalizada Europa que aunque no lo sepa, tiene por bandera sobre el azul del Cielo, la corona de estrellas de la Inmaculada, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Celestial Patrona de España.

Solo con que estos días de Pascuas en la mesa de camilla apagáramos la tablet de nuestros hijos o de nuestros nietos y le habláramos de Dios realmente presente en el Sacramento, algo habríamos ganado, y que en los libros de religión y en las catequesis nos dejáramos de tanto colorear y recortar y les mostráramos la Verdad y que las hermandades se emplearan en lo fundamental, otro gallo (no el de San Pedro negando) nos cantaría, y a lo mejor se nos removería los adentros cada vez que viéramos algo como lo de la aberración de Pamplona. Si no, seguiremos sin enterarnos de lo que va esto.

Por eso, no me extraña nada de lo que nos está ocurriendo, ni de lo que nos pueda ocurrir en adelante, porque me da a mí que esto no ha hecho más que empezar. Y a los hechos me remito.  

¿Sorprendido yo? Anda ya…