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domingo, 3 de mayo de 2015

VOY A JURAR BANDERA



Con la misma emoción, con la misma inquietud y con la misma ilusión, aunque quizás con mayor responsabilidad que aquella primera vez que la juré cuando tenía veintidós años; pero el sábado que viene, el día nueve de mayo de dos mil quince, voy, otra vez, a jurar bandera.

Quiero jurar bandera otra vez por convicción y en recuerdo de aquel tiempo, tan feliz en mi recuerdo, que viví a su sombra sirviendo a España en el cuerpo de Artillería.

Voy a renovar de esta manera mi compromiso de fidelidad a la misma bandera roja y gualda que juraron mi padre y mis abuelos, en presencia de mis hijos, a quienes he intentado transmitir el mismo amor por mi nación y por su historia, tantas veces gloriosa, alguna vez azarosa, y que sin cuyo conocimiento no se podría entender, para lo bueno y para lo malo, la España actual.
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Juro de nuevo bandera por encima de trasnochadas ideologías, alejado de cualquier connotación partidista o política, solo la idea de España, de esta España real, plural en lo cultural, rica en su variedad, la insular, la peninsular, la urbana, la rural, la Madre y también en algún momento la madrastra... La heroica, la inalcanzable España del Siglo de Oro; la que tomó el color en los pinceles de Velázquez, Murillo, Zurbarán; la de Dalí y Picasso; en la que escribieron su historia mojando sus plumas en oro, y a veces en sangre, Cervantes, Lope, Bécquer, Rosalía, los Machado, Lorca, Juan Ramón o Cernuda, Pemán o Alberti, la misma España de Blas de Otero  y de Muñoz Seca...

Una nación que dieron forma desde sus ancestros tantos y tan distintos pueblos, tantas culturas, cuya suma de todas la hicieron una vez noble, valiente, independiente, atrevida e indómita.

Juro la bandera de España plural, sí, no de pensamiento único; pero que sueño única y unida siendo fiel a Ella misma y a su mejor historia.

Juro como católico, en el respeto a todas las demás religiones, pero queriendo defender las raíces cristianas que cimentaron una patria que tantos doctores, santos y mártires ha dado a nuestra Santa Madre la Iglesia y rogando a la Inmaculada Concepción, Patrona de España, nos mantenga siempre en nuestra misma fe.

Quiero con este gesto de besar la bandera ratificar mi filial devoción a la nación, aunque la sepa ingrata, la que se vanagloria de pagar peor a sus más fieles, la que parece ancestralmente empecinada en autodestruirse, la que se recrea en cantos de sirenas y desoye la voz de su propia grandeza; donde sale gratuito insultarla, la que permite que una actriz de tercera, o un poeta de primera, o a cualquier antisistema que vive del sistema, amparados en la misma libertad constitucional que ella les ofrece, puedan ultrajar a su bandera, acallar con gritos su himno y hasta despreciar a su mismísimo jefe del estado, al rey de España.

 La bandera de una nación que se deja ningunear por cualquier dictadorzuelo hispanoamericano. Y sin rechistar. La que siendo parte y fundamento de Europa, Europa la mira con recelo.

Quiero honrar a la misma bandera que sacamos con alegría y celeridad para celebrar cualquier triunfo deportivo, pero que luego nos avergüenza mostrar en otros momentos, los más.

Somos capaces de ponernos una camiseta con la bandera de otra nación, antes que con la nuestra.

Juro bandera y la juro aquí, en Huelva, en mi tierra, cerca  de la misma orilla y bajo el mismo cielo que un día viera partir las tres carabelas hacia tierras desconocidas y cuya gesta le daría a España la gloria de ser un imperio hasta entonces desconocido. Nación de naciones, Madre Patria, la que fue respetada en todo el orbe y temida por el enemigo; la que abrió caminos, la que llevó nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra a fe a un Nuevo Mundo.

Quiero honrar a mi nación representada en su bandera, aunque a algunos, o a muchos, le pueda parecer un gesto decadente, desfasado, antiguo, cuando en realidad no hay nada más nuevo que renovar, rejuvenecer el amor y el respeto por lo que se quiere, España.

 Quiero sencillamente rendir un homenaje a este suelo y a este cielo que nos vio nacer, sin querer convencer a nadie, sin intentar que nadie se enganche a mi banderín; quiero unirme a los que habiendo nacido en ella o los que naciendo lejos se sienten hijos de una misma España  unidos bajo la misma bandera, sangre y oro, que nos abraza.

Hoy, como hace ya treinta y tres años, besando la enseña nacional diré lo mismo que entonces dije, y poniendo a Dios Nuestro Señor por testigo: Sí juro. Espero que algún día me lo premie y nunca me lo demande.


Y que me tachen de lo que quieran. ¡Viva España!