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miércoles, 26 de febrero de 2014

LA RE-RECONQUISTA



Como dice el refrán refiriéndose a los días, cada cuaresma también tiene su afán, y no precisamente santo, no un santo afán. Yo más bien diría que cada nueva cuaresma conlleva un nuevo despropósito, una nueva majadería que no me cabe duda que no es por casualidad que aparezca y se airee precisamente en estas fechas. Estas jangás, normalmente procedentes del mundo de la política más casposa o de su entorno más inmediato, como las golondrinas de Becquer, vuelven  siempre por primavera de nuestro balcón sus nidos a colgar.

Ora que un tal Montoya (sin premio) publique con la generosísima subvención del último gobierno socialista de Extremadura un libro con imágenes literalmente pornográficas de Cristo, la Virgen y los Santos, ¿se acuerdan?; ora que una vicepresidenta del Gobierno de España, peperísima ella, pronuncie el pregón de Semana Santa de una castellanísima ciudad, y luego suprima la restransmisión de la Misa de Nochebuena desde Roma en la televisión pública, todos los años nos encontramos con algo que golpee con dureza la línea de flotación de la coherencia, de la lógica. Basten los dos ejemplos citados, por no alargarnos.

Pero el nivel de la carajotada con que la Junta de Andalucía nos quiere sorprender en este tiempo, antesala de la Cuaresma 2014, no tiene parangón con nada, parece que se pretende batir todos los records de la estupidez y de la estulticia. ¿Que no se lo creen? Lean, lean esto : El Gobierno andaluz quiere expropiar la Mezquita-Catedral de Córdoba a la Iglesia Católica. ¿A qué es bueno?, ¿no?

Resulta que como en Andalucía no hay otros problemas,  en vista de que no hay paro, y de que disfrutamos (a la tarde, calé) de esa tercera modernización EREdada de D. Manuel Chavez antes de que saliera por patas a Madrid para aforarse como senador y dejarle el cortijo por el procedimiento digital (o sea, a dedo) a Doña Susana Díaz, pues no tenemos nada mejor que hacer que desamortizar la Mezquita de Córdoba a los católicos para entregársela a los musulmanes. Vamos, que lo que quieren hacer es una nueva Re-Reconquista.

Parece que todavía algunos no se han enterado, consecuencia sin duda de la LOGSE, que cuando los simpáticos y pacifistas moritos cruzando el estrecho arrebataron Córdoba en una sangrienta batalla a los cristianos en el año 714, la que luego fuera su mezquita, antes, ya era una iglesia católica, que volvió de nuevo a serlo cuando el Rey Santo, D. Fernado III, la gana por fin para la cristiandad.

Pero nada, que no se quieren enterar (yé-yé) que la Historia no se puede cambiar al antojo de cada uno.
Y me ha vuelto a sorprender el silencio de tanta gente, que ante cualquier gilipollez de menor envergadura se arranca al cuarto de vuelta y se pronuncia antes de que Jon Wayne saque sus pistolas. Y para alguien que se pronuncia, como la Sra. Rubiales, Dª Amparo (cuya mano beso), y a quién tengo por moderada y sensata, mejor que no hubiera hablado para decir que "si los católicos llevan dieciséis siglos disfrutando la Mezquita, llevan dieciséis siglos haciéndolo mal" (sic).

Hay que ver lo que le mola a la progresía de salón, a la gauche divine un subsahariano, preferentemente islamista. Es para estudiar en alguna universidad de la cuerda, de las que hacen esos estudios estadísticos absolutamente inútiles y nombran doctor Honoris Causa a cualquiera, el efecto placebo que ejerce sobre ellos todo lo que no sea católico. Hasta las de Femen, sí hombre, esas señoritas con las domingas al aire que se vuelven pudorosísimas, cual monjitas ofendidas, cuando tienen que defender la libertad de la mujer islamista, a las que su religión lapidan por conducir, tener cuenta en Internet o flirtear con un maromo que no sea su muy moro marido .....Vamos, que no tienen ovarios para zarandear a un imán de ochenta años en una mezquita, como hicieron con cierto cardenal de la Iglesia Católica. Porque para esta gente una mujer con mantilla española un jueves santo es símbolo de la opresión oligárquica de la represión fascista y la Iglesia, Franquismo puro...Pero una magerebí con su pañuelo por la cabeza y la ropa hasta los pies es una respetabilísima (que lo es) seña identitaria de su ancestral cultura que bla, bla, bla,.....

Pero a lo que vamos, que en pleno siglo XXI pretendamos ahora hacer la Re-reconquista de la Mezquita es como si fuéramos a Hispanoamérica a volver a quedarnos con las catedrales, conventos , obras de arte y riqueza que dejamos allí (nunca tanta como robamos), seguro que ya hubiera salido alguien, y con razón a frenar esta memez. Pero en el caso que nos ocupa, no. Nadie ha mandado parar semejante idiotez.

Con esta sinvergonzonería cargada de demagogia, más que barata, regalada, se quiere contentar a una plataforma que promueve el uso cívico del sin par edificio de la Mezquita, plataforma, mire usted por dónde, que además de estar subvencionadísima por la Junta, está estrechamente relacionada con aquel engendro del mejor y más buenista zapaterismo como fue la Alianza de Civilizaciones, una excusa más que perfecta  para regar de millones a los países hermanos (más que hermanos, primos, por lo gilipollas que somos dando lo que no tenemos a quienes peor nos quieren ). Y encima,  como los malísimos actores españoles en la gala de los premios Goya (esta vez el premio se recoge a la salida) mordiendo la mano que les da de comer.

Y no se lo tomen a broma, porque como sigamos así la próxima será que la Diputación Provincial de Huelva, como dueña que es del templo, pida que le devuelvan la Catedral de la Merced para desacralizarla y poner allí, un poné, un observatorio del jamón y la gamba, porque hay que ver lo que les pone a esta gente una cosa que antes haya sido una iglesia, o un convento, y ahora sea pongamos que una hospedería, y si en la capilla del convento ubican el comedor, ya es el no va más. Es que se pirran con eso de comer al lado de un retablo dorado pero sin imágenes, ¿no está la sede del gobierno andaluz en el antigiuo seminario hispalense de San Telmo,  antes palacio de los Montpansier?.

 También es previsible que la Diputación de Sevilla pida expropiar la mismísima  Giralda, para desmontarle el cuerpo de las campanas que le añadieron los cristianos y poner allí el centro de interpretación del cuscús...Y así, de esta manera, tenemos entretenidillo al personal, y si con esto no basta, pues nos traemos los restos mortales de Antonio Machado mientras ignoramos a su hermano Manuel, tan poeta como, o incluso mejor, que él.


Siempre que leo esta sarta de despropósitos no tengo por menos que acordarme de mi abuela Carmen (q.s.g.h.), que de seguro hubiera dicho aquello tan suyo de "Señor, Señor...Cuántas tonterías hay que oír...Cuántas cagás...y el agua lejos. Tan lejos como está la cultura de una Europa cristiana de la cultura del Islam, y a quienes cuatro abombaos les quieren regalar la Mezquita de Córdoba mediante una Re-reconquista subvencionada. 

martes, 25 de febrero de 2014

EL PRIMER GOZO



Luego vendrán más, muchos gozos más. Sentiremos el escalofrío al besar el pie de un Cristo, o la mano de una Virgen; pasará ante nosotros como un gozo adelantado la intensidad de lo que está por venir en el pregón del último domingo de la espera; la emoción hará que nos pongamos de puntillas sobre nuestra fe al escuchar la primera Marcha Real al salir un paso, o al ver que se nos acerca la primera cruz de guía. Pero el primer gozo, la primera emoción de la Semana Santa, es la contemplación por vez primera del cartel que la anuncia.

Acertó de pleno quien sencillamente definiera la esencia de un cartel como un grito pegado en una pared. Y ha acertado de lleno el potente grito que para el cartel de este año ha pintado el artista beasino D. José Luis Delgado Blanco.
No debe ser nada fácil concretar de un solo golpe de vista, en ese pregón de los pinceles que es el cartel, la composición de algo tan abierto, con tantos perfiles, con tantas y tan distintas posibilidades creativas como ofrece la Semana Santa de Huelva. Pero este extraordinario artista onubense lo ha conseguido magistralmente.

Lejos de abigarrados collages, de reiterativas escenas, aunque lleno de simbolismos que lo enmarcan, la imagen del Nazareno surge como un aldabonazo morado que centra la idealizada escena donde el Señor no camina, sino que se nos muestra entronizado, omnipresente. El autor, en palabras suyas, no lo ha querido representar en ningún momento del itinerario en su Madrugada única, ha querido mostrar a la devoción de la ciudad como si trascendiera de lo puramente cofrade, elevándolo por encima del propio tiempo penitencial,  eternizándolo en el tiempo y en la historia más allá de la Semana Santa, como alzado sobre la atmósfera cálida de la ciudad y como si le sirviera de peana el propio nombre de Huelva.

 La iglesia de la Concepción, con el aspecto exterior de antes de la restauración, casi de color siena, sirve de fondo para la escena del más puro sabor cofrade que refleja el paso de la Virgen del Amor, de esa gracia de Huelva bajo palio que rodeada por el calor del gentío se recrea en la suerte de la tarde del Lunes Santo.

 Al fondo de la escena, un guiño al fervor concepcionista onubense en el azulejo con la Inmaculada en la fachada de su parroquia, emblema de la ciudad y corazón de las estaciones de penitencia.

Completan la escena los símbolos de la Victoria y la Esperanza que sostiene un angelote, una estrella y un ancla, la guía y el áncora a las que se aferra la devoción mariana onubense.  Cerca, un arcángel erguido sobre un pedestal de mármol nos muestra al Santísimo Sacramento en una custodia de asiento, y se apoya en una tarja con la alabanza a la Eucaristía.

 Ya detrás, casi intuida en el cielo de Huelva, como descendiendo  en su mañana de agosto, la que es nuestra Reina y Señora, la Virgen de la Cinta contempla la escena en este año en el que celebramos el cincuentenario de su patronazgo sobre su pueblo.

Se da la circunstancia, no sé si conocida por el pintor del cartel, que en este año de gracia de dos mil catorce, se conmemora también el setenta y cinco aniversario de la procesión que protagonizaran conjuntamente la imagen del Señor de Huelva junto con la Virgen Chiquita, como acción de gracias por el término de la Guerra Civil española. Y si el pintor no era conocedor de esta circunstancia, bendita casualidad, porque en las cosas de Dios, no creo en las coincidencias fortuitas.

Cierra la composición el celaje azul cruzado por una filacteria formando un arco deprimido cuyos extremos parecen enredarse, por un lado, en el Ave Fénix de la Placeta; y por otro, en la veleta de la torre de la Concepción.
La escena toda la envuelve la mejor luz dorada de las tardes de cofradías; o del celaje del amanecer de cualquier Viernes Santo, momentos donde se muestran los mejores colores de la ciudad. Hasta casi podemos percibir en la atmósfera recreada el olor a incienso que precede al paso de la Virgen del Amor y de las flores que lo adornan.

Huelva ya tiene cartel que anuncie la Semana Santa. Y un cartel que rezumando sabor cofrade nos acerca,  nos predispone a vivir el encuentro con la belleza en esos días santos, y que por tanto nos acerca a Dios, de donde procede toda belleza, y que se refleja en la hermosura de la escena que preside la portentosa imagen, tan fidedignamente lograda, de Jesús Nazareno.

Inapelable acierto del Consejo al confiar el cartel a D. José Luis Delgado Blanco, e incuestionable maestría la demostrada por el artista en la pintura presentada. Enhorabuena a la Semana Santa de Huelva. Así, sí.

domingo, 23 de febrero de 2014

EL RITO Y LA REGLA

En el patio, mi padre, con su túnica
negra, en la madrugada más profunda
de la clarísima ciudad, se ha puesto
se ha puesto solemnemente el negro capirote.

Silencioso es el rito, no aprendido,
sino heredado, yéndole en la sangre,
pues los siglos se ven hasta en la forma
de sujetarse el antifaz al rostro.

(Y silencioso y sin hablar con nadie,
el nazareno escogerá el camino
más corto...)

Oh, padre mío,
cuánto silencio hay en este Viernes
tan lejos de mi vida,
cerrada para siempre la cancela
que nadie espera ya.

Hoy la memoria escoge
el camino más corto para herirme.

(Viernes del 82)
                              Rafael Montesinos.



Releyendo este precioso poema de Rafael Montesinos me preguntaba  si en nuestra Semana Santa hay más ritos o hay más reglas. Pensaba también en la importancia que ambos conceptos tienen para poder entender la realidad de una cofradía. Ritos y reglas como factores que configuran las dos columnas principales donde descansan, por un lado la imagen formal  y por otra la afectiva, que la hermandad proyecta al exterior, la que le llega a los fieles, la que la definen  y la hacen ser a cada una lo que en realidad son: únicas,  irrepetibles y distinta a las demás.

Aparentemente, no hay nada más reglado que las cofradías y al mismo tiempo, como sabemos, nada hay que se venere ni se perpetúe más en ellas que sus ancestrales ritos. Las hermandades contraponen a la frialdad de las reglas la calidez de sus ritos; la rigidez de sus normas al cordial sentimiento que el cofrade alberga por su hermandad; el reglado casi castrense de sus estatutos, al emotivo poder de sus costumbres. Y pienso que en la balanza donde se pesan las reglas con los ritos el fiel se decanta por ese conjunto de sensaciones inexplicables que forman las vivencias atesoradas en el corazón del cofrade.
Hay ritos que los cofrades vivimos colectivamente, la salida de una cofradía, el besamanos de una imagen, la celebración de la función principal, la protestación de fe... Pero donde el rito, lejos de la regla, toma verdaderamente carta de naturaleza es en esas costumbres personales que conforma nuestra más íntima Semana Santa.

Porque nos gusta perpetuar lo que una vez nos hizo feliz y amar a la Semana Santa, a lo mejor cada año vamos al encuentro de esa determinada cofradía por el mismo camino, la esperamos para volver a sorprendernos en la misma esquina del asombro, con la misma emoción de siempre. Quizás escojamos un determinado día, siempre el mismo, para bajar la túnica del altillo, o para poner las colgaduras en el balcón. Seguro que, costal bajo el brazo, siempre quedemos con los mismos amigos para ir a la iglesia, con parada en ese mismo bar, para el último café antes del momento de la suerte suprema de alzar a Cristo o a la Virgen.

Estoy convencido que muchos, al ver aparecer por el dintel de la puerta del templo sobre su paso a cualquier imagen sagrada, volvemos a mirar la escena con los ojos del niño que fuimos y quizás recemos la misma oración, que puede que alguien que ya no esté nos enseñara a rezar.

 Es posible que nos revistamos con la sagrada vestidura que es la túnica de nuestra hermandad en el mismo sitio y con los mismos hermanos con los que , año tras años, realizamos juntos la estación de penitencia, y que escueza en el alma el nuevo rito de echar de menos a los que se marcharon antes de tiempo precisamente revestidos con esa misma túnica, para la eternidad.

Repetiremos momentos en las mismas calles buscando las mismas emociones de siempre que hacemos nuevas, que renovamos y quedan incorporadas para siempre en la bodega de nuestra memoria; comemos las mismas cosas, usamos las mismas prendas, volvemos a pisar por los senderos que siempre  nos llevaron a la felicidad y queremos perpetuar. Esperamos en el mismo sitio la misma marcha, el mismo solo de corneta, la misma lluvia de pétalos en esa revirá perfecta y emotiva hasta la lágrima; confiamos embriagarnos con el mismo incienso, que la misma luna subraye de plata los mismos perfiles de siempre; que el mismo sol de la infancia haga real un nuevo Domingo de Ramos, largamente esperado, eternamente soñado...
Y aquí, seguro que cada cual podría multiplicar hasta el infinito (y más allá) los ritos que conforman su credo cofrade.


Porque podremos cumplir escrupulosamente las reglas, pero lo que confirmará nuestra adscripción a las cofradías, a la de cada uno, a las demás, a la Semana Santa toda, son los ritos que con el tiempo se nos convierte en las reglas por las que se va a regir para siempre nuestro sentimiento cofrade.

domingo, 16 de febrero de 2014

LA LLAMADA DE SAMUEL

Pongamos que se llama Samuel. Pongamos que apenas es un muchacho de catorce o quince años que un día al revolver de una esquina, como dice la copla, se encontró de golpe con la belleza de una cofradía en la calle.
Tanto le impresionó, tanto le emocionó, tanto le cautivó, que su día a día desde entonces gira alrededor de lo que ya considera su propio  mundo y que hasta aquel momento del encuentro era un mundo totalmente desconocido para él: La Semana Santa.
Su creciente dedicación a la hermandad de su devoción le ha hecho implicarse en  tareas hasta hace poco tiempo totalmente desconocidas para él. Está comprendiendo día a día que el esplendor con el que él se encontró en aquella esquina de la casualidad trae aparejado el trabajo interno de todo un año en la intimidad en la casa de hermandad y en el templo.

 Siempre dispuesto al trabajo, a aprender más, Samuel no parece que vaya a ser de los que aparezca en cuaresma y antes de que llegue El Corpus se haya olvidado de su cofradía. No creo que su naciente y creciente pasión se vaya a limitar cada año al tiempo que va desde el último cohete de San Sebastián al primero del Rocío. Igual me equivoco, pero me da a mí que no.
 Parece ser que a esto lo ata algo más profundo que una procesión, que un costal, que una corneta o que un ratito llevando un cirio. Aquí hay algo más. Y parece que bueno.

Todo le atrae. Todo le interesa. Ávido de conocer la interioridad de este peculiar submundo ha ido observando los diferentes grupos donde se trabaja por la hermandad. Y llevado por su fina intuición, cree haber encontrado su lugar. Además un lugar especial, vocacional. Quiere servir en el altar como acólito. Porque al mismo tiempo que ha ido creciendo su pasión cofrade se ha ido despertando y acrecentando su fe.

 Con discreción, pero con la confianza que ha encontrado entre sus hermanos, se dirige al promotor de cultos para decirle que hay algo que le impide desempeñar esa soñada misión de servir en el altar, o donde sea necesario, como hermano de la cofradía , porque Samuel no está confirmado, ni ha hecho la primera comunión, ni siquiera está bautizado.

Y es aquí donde se pone de relieve la vigencia de una hermandad en pleno siglo XXI. Ahora es cuando se demuestra su utilidad, una de sus principales razones de ser: la de acercarnos a Dios y a su Iglesia (la otra es hacer amigos), aparte de otras consideraciones, todas válidas, que a las cofradías cada uno llega por el camino que quiere . Pero las cofradías, como catequesis, pueden llegar, si se les permite, a donde hoy no llegan, porque no puedan o porque no quieran, ni la familia, ni el colegio y a veces incluso ni siquiera la parroquia.

Por eso, Samuel está recibiendo ya la catequesis necesaria para entrar a formar parte del Pueblo de Dios por el sacramento del Bautismo, y para que pueda cumplir su vocación de servicio a la hermandad. Y la está recibiendo de manos de una de sus futuras hermanas de cofradía, hija, qué casualidad, de padre cofrade, y bien cofrade, bajo la supervisión de un sacerdote, y buen sacerdote, joven, con ímpetu, que valora a las cofradías y además es párroco de Samuel y ha confiado a la hermandad su formación.

Y es que a pesar de tantas cosas las hermandades siguen atrayendo a través de los sentidos. Son  válidas. Porque aunque sea de andar por casa, las cofradías siguen haciendo el patente milagro de suscitar la Fe en quienes la contemplan, con su plástica catequesis, hermosas como pocas, especialmente en los jóvenes.

Y sigue llamando, como Dios  a Samuel en el Antiguo Testamento. Y siempre habrá quien le conteste: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Como el muchacho que nos ocupa a quien Dios lo ha querido para que sirva en la mesa del altar como acólito, de momento.

Sirva este caso, absolutamente real, como un manifiesto escrito en el pliego de descargo de las cofradías que son capaces de lo mejor y de lo no tan bueno, que da golpes de cal y a veces de arena, pero un camino de indudable valor que bien andado es capaz de acercarnos a Dios, cuyos caminos, como vemos, son inescrutables. Y uno de ellos es enamorarse de una cofradía.

domingo, 9 de febrero de 2014

ESCRACHE COFRADE

La Real Academia de la Lengua Española, esa que "Limpia, fija y da esplendor" y que ya tiene admitido en el diccionario el significado del verbo escrachar, cuya primera acepción significa "romper, destruir, aplastar", para cuando vaya a aceptar el sustantivo escrache, que no tardará, debería tener en cuenta una acepción exclusiva de este neologismo para los cofrades que significaría: "acoso y derribo por parte de un grupo  más o menos numeroso de hermanos  a una junta de gobierno legalmente establecida para que cambie por cojones (bueno, a la fuerza) lo que legítimamente le corresponde elegir a esa junta en virtud de las reglas por las que se rige una hermandad". Que eso, y no otra cosa, es lo que ha hecho recientemente un grupo de costaleros de una hermandad de vísperas de la Semana Santa de Sevilla, en la puerta de su casa de hermandad, con pancartas y todo, al no gustarle a las criaturitas los capataces que la junta había designado sustituyendo a los anteriores que eran buenísimos y estos unos mataos. Ni más ni menos.

Ellos pensaron que si en Ucrania los grupos de presión lograron cambiar el gobierno de un país, que si los del Racing de Santander hicieron lo propio con su junta directiva, y en Madrid los de la marea blanca consiguieron la dimisión del consejero de sanidad, por qué ellos no iban a poder derrrocar a unos capataces.

Y aquí tenemos otra vez a las hermandades copiando lo peor de la política de la calle. Además, ¿no ha dicho una jueza de Madrid que el escrache en la mismísima puerta de la casa de la vicepresidenta del gobierno de España es una forma de participación democrática? ¿Por qué va a ser menos democrático  hacerlo en la puerta de una hermandad? Aquí , por lo visto, ya todo vale en el acoso y derribo al poder legalmente establecido.   Aunque yo mandaba a la puerta de esta señora, por la mañana a la que toca el acordeón en la calle Concepción (¿verdad, Manolo Domínguez?), y por la tarde a una banda de cornetas y tambores para que ensayaran allí. Verás como cambiaba de opinión sobre el escrache.                    

Pero a lo que íbamos. Las juntas de gobierno, por reglas, les asiste todo el derecho del mundo para  poder nombrar  para  los cargos de confianza a quienes crean más oportuno. Otra cosa es la idoneidad o no de las personas elegidas; que el criterio sea el de la excelencia o el amiguismo; que sea porque le arrimó un puñado de votos en las últimas elecciones donde tantas fatiguitas y canguelo pasaron para ganar; o por agradecer el favor de "haberse echao p'alante" y pagar ese inoportuno gasto que se les presentó sin avisar. Da igual. Es legal. Les guste a los hermanos o no les guste.

Lo que no pueden hacer los descontentos, por muy  cabreados que estén, es querer ganar en la calle lo que no ganaron en las urnas, pretender que una hermandad se gobierne bajo la influencia y al capricho  de los grupo de presión de turno. ¿Ustedes se imaginan si cada vez que a un grupo no les gustase las flores del paso, o cómo esté vestida la Virgen, o el menú elegido por quién corresponda para la comida de hermandad, o que el cabrón del fiscal no deje tocar esa marchita "toa guapa" en esa esquina para llevarnos media hora en hacer la revirá, nos fuéramos a manifestar delante de la casa hermandad?

 Por encima de una junta de gobierno solo está el cabildo general de hermanos, allí podrán manifestar su parecer todo el que quiera. Pero no, no se usa para eso. Los cabildos generales se utilizan hoy para lo mismo que se utilizan los grupos de presión, para imponer por las bravas la voluntad de ese grupo, malmetiendo, abroncando, amparándose en una masa generalmente inexperta, ajena y casi siempre alejada de los problemas que se debaten y manipuladas por los que defienden otros intereses, torpedeando a discreción a la junta de gobierno en ejercicio y enseñando músculo para las próximas elecciones.
 Porque en los cabildos eso de "un hombre un voto" depende y para qué. Por ejemplo, ¿qué sabemos la mayoría de los mortales sobre técnicas de restauración de imágenes?¿Cómo vamos a votar "democráticamente" al restaurador al que confiarles nuestro mayor tesoro? Habría que formar una comisión de expertos cuya opinión  tuviera más peso que la nuestra, ¿no? Pues igual para tantas otras cosa. La palabra democracia en las cofradías debe tener un sentido más transcendente todavía que en la vida civil, y que una mayoría inexperta no sea capaz de imponerse a una minoría ilustrada en cualquier asunto.

Por eso no podemos intentar resolver los problemas como se hace en política. A las cofradías, entre hermanos, se nos debe suponer otra forma de actuar, otra manera de proceder. Desde luego las manifestaciones vocingleras, la presión sin cuartel y hasta el escrache no creo que sea muy cofrade, ni muy elegante, ni mucho menos fraterno. Amén de ilegal.  

Si no gusta lo que hay, pues dentro de cuatro añitos, se vota otra opción y santas pascuas, pero no este barriobajuneo que estamos viendo.
Lo cierto y verdad es que el escrache ha irrumpido con innegable éxito en este devaluado y depauperado mundo cofrade. Curiosamente, la segunda acepción que el DRAE le da al verbo escrachar, es "fotografiar a una persona", y con este episodio hay que ver lo bien que hemos salido retratados los cofrades, qué nítidos, qué bien enfocados en nuestro desenfoque de la realidad , en nuestro borregismo sindicalista de la coacción y el piquete.


Cuando recientemente el Papa Francisco señalaba  como causa de la destrucción de las comunidades religiosas a la murmuraciones y la maledicencia, hablando en plata, al mojarreo con mala leche al que tan aficionados somos los cofrades, yo le añadiría también - con todo respeto, Santidad- la novelería del escrache,  del escrache cofrade, claro está..... 

domingo, 2 de febrero de 2014

PREGONCILLO DE LA LUZ NUEVA

Hoy renace la luz. Hoy, la luz que amanece sobre Huelva parece purificada, como la Virgen en el templo, como si a la Pureza le hiciera falta purificarse de nada, como si hiciese falta alumbrar a la luz.

 Hoy la nueva luz parece surgida, rosa y transparente, de la cumbre roja de un cabezo, o de la cresta de espuma de una ola . Hoy es el día de la Candelaria.

Esta estrenada luz que va arañando minutos a la oscuridad, que se va alargando en los días, parece de miel aterronada que superando los últimos fríos de enero, al tibio calor del sol de febrero, comienza a diluirse para almibarar las emociones presentidas de una nueva Semana Santa.

 Esta nueva claridad irá esmaltando otra vez los blancos y azules en los azulejos de las torres de San Pedro y la Concepción, bruñendo el bronce de sus campanas y templando a fuego las cruces de las veletas.

Porque esta renacida luz, aún niña, filtrándose en la nube de polvo gris oleoso dispuesta sobre la frente de un miércoles de ceniza, confirmará su fe en la Luz Verdadera en la mañana luminosa de cualquier función principal de Instituto. Vestirá de domingo las cercanas tardes de Cuaresma. Se hará joven y atrevida, alargará las sombras de los naranjos por la calle San José, irá dorando azahares para que a su tiempo debido nos ofrezcan su anual y efímero pregón de aromas. Trepará, intrépida azalea, cada día un poco más alto los muros de los templos hasta colarse por algún vitral y herir con su beso cálido el pie de algún Cristo expuesto entre cirios y claveles.

 Al poco, esta misma luz, pero más hecha y madura, al borde casi de su cénit, forjará siete puñales de ilusión cuando llegue el viernes de la espera, elevando un esplendoroso cántico de vísperas. Y cuando surja la mañana espléndida y dorada  de un nuevo Domingo de Ramos, rizará palmas por un porche y atravesará disociándose en mil colores los prismas poliédricos de las cuentas en los rosarios de una virgen, casi niña, que viene de paseo al centro de la ciudad por una alameda de ensueños.

Trenzará con hilos de oro la soga con la que el barrio de la Hispanidad hará cautivo a su Cautivo. Se hará luz íntima, familiar, para colorear en sepia la vieja estampa de una cofradía en las callejas de nuestros barrios, la misma que verá salir fugazmente la cruz gótica que precede a un Cristo que empieza a camina hacia el Calvario.  Se suspenderá del horizonte por poniente hasta detener el atardecer malva sobre las salinas de Bacuta para ver cómo la Pasión de una ciudad desciende hasta ella cada Martes Santo y bajará por una rampa, espesa y rojiza, dejando en la tarde una estela como de sangre.

Bailará entre varales una danza de soles, bajo un cielo de terciopelo azul, sobre una pleamar de terciopelo verde, en las coronas  de la Victoria y la Esperanza. Verdeará olivares prendidos por el Carmen, palmeras por la Merced y temblará de frío al alumbrar la hojilla de un manto por la calle Puerto; y palidecerá, por temprana, cuando sorprenda una mañana santa de viernes, rotunda y solemne, al Señor, Nazareno de las estrellas trayendo el alba a cuestas, teñido de aurora por la calle Marina y con Huelva por testigo.

Y esa misma luz, la que fuera de miel, ahora es de tinieblas, de hiel, en los perfiles curvos de una urna dorada, y se tornará luz negra en los mantos de las Soledades.

Esta luz, cumplida ya su misión, morirá cuando Cristo resucite. Luego renacerá otra vez.... Pero ya no será la misma, será otra distinta, transfigurada de marismas, que alumbrará romerías, que hará verano...

 Pero esta que nace hoy y que irá creciendo hasta alcanzar la Semana Santa, ésta, morirá hecha una cinta de oro, dispuesta como un sudario, sobre los brazos de la cruz de forja que hay en la puerta de un santuario, allí se postrará, donde acaba el Conquero, donde Huelva espera alcanzar la Gloria infinita:  postrada a los pies de la Virgen de la Cinta.