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domingo, 26 de enero de 2014

UNA HUELVA IRREAL

Mira que se dicen trocherías en el sacrosanto nombre de Huelva; mira que por hacerse el más choquero que nadie se manosea su nombre y se vierten comentarios ultrajuncales que haría enrojecer de vergüenza ajena al tipo más desahogado. Aquí la palabra choquero se esgrime con demasiada frecuencia para darle autenticidad a todo lo que, por ser nuestro, lo creemos insuperable. Y deberíamos usarla como la sal o el perfume, porque el exceso de choquerismo puede arruinar, como el perfume o la sal, el efecto que se pretendía si se pone demasiada.

 Porque además se alude no a "mi" Huelva, o a "tu" Huelva, sino a la Huelva real, la que hace bascular contínuamente la balanza a veces a favor de sus múltiples virtudes y otras a sus no pocos defectos, siendo a mi entender el más peligroso de todos la autocomplacencia seguido de cerca por la indolencia.
Y quizás sea por San Sebastián y por Colombinas cuando más se inflama el discurso nacional- choquerista, incluso el provinciano-catetista.

Cuando el grupo Mecano cantaba aquello de "ay qué pesados, qué pesados, siempre pensando en el pasado" parece que se refiriera a las Fiestas Patronales de San Sebastián. Estos días, queremos mostrar rediviva a una Huelva que ya no existe, una Huelva de huertos y altillos que cada vez recuerdan menos generaciones de onubenses, y que está muy bien que se recuerde. Pero no podemos perpetuarnos en el ayer. 

 A cada vez más gente le dice menos y ven como conceptos lejanos la tertulia del Litri, la taberna de Márquez y el cementerio viejo, recuerdos con olor a naftalina que sacamos a pasear, como al Santo alrededor de cada veinte de enero. Cada vez son más los que reconocen la ermita de la Soledad como sede de la cofradía del Santo Entierro, no como, por ejemplo, el refugio que fue.

El esplendor de aquellas fiestas, desgraciadamente, ya no volverá pongamos como nos pongamos, ojalá, y a pesar del loable intento de revitalización de ellas por parte del Ayuntamiento de Huelva, nada nos devolverá  el esplendor de aquellas fiestas que por tantas razones, urbanísticas, sociales, económicas incluso, se han ido perdiendo.

 Y si desaparecieron, sería porque las circunstancias así lo determinaron, como, por ejemplo, el que el aluvión de trabajadores venidos de fuera de Huelva atraídos por el Plan de Desarrollo de los años sesenta poco o nulo apego tenía por Huelva y por sus cosas. Y lógicamente volvían a sus lugares de origen en su flamante Seat Seiscientos en cuanto podían. Paradójicamente, sus hijos sí contribuirían decisivamente después al boom cofrade de los setenta. Pero nunca sintieron San Sebastián como algo suyo. Ya vivieron la decadencia.

Y si a esto le añadimos la desaparición del viejo barrio, y no me refiero ni a los edificios y ni a sus calles, sino sus vecinos que, ley de vida, cada vez van quedando menos, tendremos las razones fundamentales que propiciaron el languidecimiento de las fiestas de enero. Tanto es así, que casi llega a desaparecer hasta la propia procesión del Santo, si no es por la abnegada labor de la hermandad de Los Estudiantes.

Y es que como buenos españoles, a los onubenses nos gusta que todo nos lo den hecho, nos va el tancredismo, y criticar después si no nos gusta lo que nos dan. No parece más que las habas con chocos que reparten en el carpa  (qué nos gusta un gañoteo) llevaran algún narcótico que anule las voluntades. Todo está estupendamente si nos lo ponen por delante y es gratis.

Como todo en esta bendita tierra, la fiesta de San Sebastián tiene posibilidades, infinitas posibilidades. Las fiestas serán lo que queramos que sean, pero refundándolas y mirándolas desde el prisma de la actualidad. Contrariamente a lo que pueda que ocurra con otras de nuestras fiestas, éstas de enero no puede retroalimentarse de lo mismo que la llevó a casi su completa desaparición.

Huelva tiene para todo lo que quiera sobrados recursos. Habrá entonces que cambiar el discurso.

Solo hay que ver la masiva asistencia a la procesión de esta mañana de enero, tibia de sol y bajo un cielo azul Huelva de impresión. Mañana de palmitos y naranjo al que va amarrado el Soldado Romano; de mañana de sol reverberando en las flechas que lo martirizan; de devoción añeja y fiel que lo rodea como la banda roja de diácono que cruza su imagen; mañana de reencuentros alrededor del Santo de la Huelva del ayer con la Huelva de hoy, la real, no con la irreal, no con la que no pudimos  o no supimos retener y que se fue perdiendo por las esquinas del tiempo, y que pese a los intentos de fijar en nuestra memoria cada vez recuerda menos gente.


Que las fiestas del Patrón sean mejores y más participativas, a parte de la procesión que brilla por sí misma, solo depende de nosotros. No esperemos que nadie nos enseñe el camino. Manos a la obra.

jueves, 9 de enero de 2014

FUEGO EN SANTA MARINA

Está clarísimo que si hubieran querido, esos hijos de la gran puta señores que en la madrugada del pasado día cinco le metieron fuego al templo de Santa Marina, en Sevilla, y que solo chamuscó las puertas de la iglesia, a estas horas esa antigua joya gótico-mudéjar que cobija a la hermandad de la Resurrección sería un montón de cenizas. Pero tranquilos que no, que no era esa su aviesa intención. Solo la querían quemar..... un poquito. Gracias a Dios, no ha pasado nada... O casi nada. Pero son ya muchas mijitas juntas que van colmando el vaso de la paciencia.

Cuando pintarrajearon el azulejo de la Macarena, o la puerta del Ángel; cuando aparecieron amenazas en la Magdalena, esas tan simpáticas de "arderéis como en el 36"; o "la mejor iglesia es la que arde", y sobre todo cuando agredieron a la mismísima imagen del Señor del Gran Poder, desde todos los ángulos, desde dentro y desde fuera, se pidió prudencia para no crear alarma social, y creo que juiciosa y acertadamente. Pero todo va teniendo un límite. Ya se sabe: tacita a tacita...

Entiendo que recurrir a un discurso incendiario, nunca mejor dicho, contra estos cabronazos lo único que puede llegar a conseguir es cabrearte contigo mismo y más si se atiende a las declaraciones tan comedidas y políticamente correctas realizadas por la prensa y máximos responsables cofrades. Tan blanditas como inútiles. Tan prudentes como ineficaces.

Que la prensa morada, el hermano mayor del Resucitado, el presidente del consejo y el delegado del arzobispo para las cofradías para condenar el atentado al sagrado recinto tengan que decir que no se concibe este daño a una hermandad tan humilde y que está haciendo tantas obras de caridad con los 
necesitados del barrio, no es más que utilizar el lenguaje buenista que nos está llevando, por conciliadores, a situaciones como estas, como si a estos energúmenos les importara un carajo la labor social de las cofradías, como si esto que han hecho en Santa Marina pudiera estar justificado en hermandades mayores, o más antiguas, o menos solidarias.

Este terrorismo de baja intensidad, o dicho ya de una vez y hablando claro, estos incipientes hechos guerracivilistas no se pueden combatir ni frenar poniendo la otra mejilla ni con el sana, sana, culito de rana de buenas y conciliadoras palabras. Ni eso, ni así (ni de ninguna otra manera) la ley los van a detener.

Nosotros tenemos la razón, en esta película que se está reponiendo ya demasiadas veces, como en sesión continua, se supone que nosotros somos los buenos. Por eso me quedo perplejo cuando leo comentarios diciendo literalmente que la causa de este atentado la tienen los políticos que defienden la ley contra el aborto (sic), aunque esto del aborto en el pensamiento cofrade también merecería un comentario aparte.... O porque la Iglesia es para estos dementes, sean de la ideología que sean (aunque ellos mismos se denominen de ultraizquierda) la causa de todos los males que azotan a Andalucía, España y la Humanidad. Y he notado silencio, mucho silencio en las redes sociales. ¿Se imaginan ustedes la que se hubiera liado, y con razón, si esta puerta chamuscada hubiera sido las de la sede de un partido político, unos más que otros; o peor aún, la de algún sindicato?  Pero no, preferimos ignorar a la entidad que más hace por los necesitados, como si no fuera con nosotros, ¿se imaginan el grado de crueldad que hubiera alcanzado la actual crisis sin los comedores sociales de la Iglesia? Aunque esto, al parecer, a nadie le importa, ni nosotros mismos lo valoramos....

Pero claro hablamos de una iglesia, con minúscula, la de Santa Marina; y de una Iglesia, con mayúsculas, la Católica, y desde fuera de ella, y desde dentro, que es lo que más asombra y duele, se mira para otro lado, se intenta, si no justificar (hasta ahí podríamos llegar) al menos quitarle hierro al asunto, que en otros asuntos no se le quitaría. Y repito que no es cuestión de levantarnos en armas (¿contra quién, si los de dentro a veces somos peores, si hasta habrá alguno que piense que la iglesia se merece este trato, que tampoco es para tanto, que no es para ponerse así?), ni de desmayarnos como duquesas ofendidas. Pero al menos mostrar indignación con lenguaje claro y contundente, y reconocer claramente al enemigo, que no tengo yo muy claro que lo tengamos meridianamente claro.

Estas historias suenan a ya vividas, a ya leídas en el magnífico libro de Nicolás Sala titulado "Sevilla en los tiempos de los Anti-Dios", de encarecida e indispensable lectura para entender ciertos paralelismos actuales. Esto vivido recuerda demasiado a historias contadas por los abuelos; a bueno, sí, pero eran otros tiempos y ahora no ocurrirá nada. Aunque esos mismos abuelos estén hartos de decirnos que por menos de esto se lio la que se lio en el 36. Y nosotros, como tantas veces en cuestiones de defender a la Iglesia, viéndolas venir...Y sin hacer nada contra estos que se autodenominan adalides de la  tolerancia (y algunos cofrades hasta se lo creen).

Y lo siento por aquellos nostálgicos de otros tiempos que les encantaría salir ametralladora en mano para empezar a arremeter contra todo lo que se menee y lleve bandera tricolor, o roja, añejas de hoces, viejas de martillos y renovadas, al parecer, en el reciente uso de latas de gasolina para incendiar templos.

 No se trata de eso. El problema, el gran problema de España es la educación, mucho peor que el estrictamente político, aunque tenga relación, educación que llevada al campo de la religión se traduce en un odio ancestral a la Iglesia aventados en la incultura impartida por un falso progresismo de filósofos con rastas y litronas en la calle y de corbata y pantalón de pana con chaqueta de coderas en las universidades, con nuestra indiferencia general, cuando no el aplauso, disimulado, o no tan disimulado. Y estas agresiones a los templos son obra de cuatro majarones criados en ese caldo de cultivo. Cuatro majarones..... de momento.

Leído esto, estáis en vuestro derecho de pensar que este pensamiento está escrito con un lenguaje viejuno, carcamal, reaccionario, clerical, por supuesto facha, beato, meapilas y todo lo que queráis. Pero es lo que pienso y me remordería por dentro si me callase. Que ya está bueno lo bueno, ¿o todavía no?

Y es que a veces se escribe con miedo. Porque Martin Luther King tenía toda la razón cuando decía que para tener enemigos no hace falta declarar ninguna guerra, solo basta con decir lo que se piensa. ¿A que sí?