Powered By Blogger

jueves, 21 de febrero de 2013

COMO UNA PIÑATA ROTA


De niño, lo que más me gustaba del carnaval era ese Domingo cuando con el golpe seco que dejaba todo el suelo lleno de papelillos y caramelos se partía la piñata y de paso se rompía definitivamente la imagen de D. Carnal, adueñándose del tiempo la esperada Cuaresma. Pues este pasado domingo, en otro Domingo de Piñata, se me rompió de cuajo una determinada imagen de las Semana Santa de Sevilla, quedando por los suelos muchas cosas que quizás por cariño, respeto y una enorme admiración, tenía (y a pesar de todo tengo) idealizadas.

Es innegable la repercusión que tiene en el resto de Andalucía y de España todo lo que propone Sevilla en cuestiones de Semana Santa. Muchos de los actos para celebrar el Año de la Fe que han sido programados en nuestra geografía cofrade, como el non nato Santo Entierro Grande de Huelva, emana directamente del Vía Crucis Magno que la lluvia, otra vez la lluvia, impidió que se celebrara el pasado domingo en Sevilla.

Desde un principio, este frustrado acontecimiento nació con mal pie, desde la para muchos errónea elección de las imágenes (algunas solo encajarían a martillazos con los misterios para los que fueron elegidos), hasta el modo de celebrarse el piadoso ejercicio al madrileñísimo modo de la JMJ. Pero cuando verdaderamente se ha demostrado en qué manos están algunas cofradías de Sevilla fue en el preciso instante en el que se suspendió la participación de los pasos en el Vía Crucis. Que una hermandad relativamente nueva desobedezca las expresas órdenes del Consejo de Cofradías y del Arzobispado  poniendo su paso en la calle, tiene delito, mucho delito, por mucho que el hermano mayor hambriento de gestas o de dar el "pelotaso" lo quisiera revestir de legítima aspiración de un barrio. Pero infinitamente más penoso es que esto mismo lo intentaran hacer hermandades supuestamente amasadas y curtidas en siglos  de devota existencia.

 Se ha culpado al arzobispo, a Monsr. Asenjo de este desaguisado, y parte de su responsabilidad tiene al no haberse sabido asesorar por quienes verdaderamente saben de cofradías. Puedo equivocarme, pero visto desde la distancia lo que creo es que ha sido mucho más víctima que verdugo; y víctima en manos de un inoperante Consejo sin autoridad, acomodaticio, blando, que delegó en catorce juntas de gobierno la decisión de poner sus pasos en la calle. Pero gracias a Dios siempre quedan personas con la sabiduría suficiente como para que los zancos del paso de Jesús del Gran Poder (Su sola presencia y en parihuelas hubiera bastado para conmemorar el Año de la Fe, no el año de la afición a los pasos) no se movieran del suelo de su basílica, como lo hizo aquel once de marzo en el que el Señor recibiera la Medalla de la ciudad. O la hermandad de Pasión (vaya maravilla la estampa de la imagen de Montañés con túnica bordada sobre su canasto de plata y con el monte de flores diverso) quizás por no reverdecer cierta tarde de Jueves Santo de diluvio en la calle Cuna; o el Cachorro, con demasiadas tardes de lluvia sobre su rostro agonizante; y la de San Gonzalo, que tiene demasiado reciente los efectos de correr riesgos innecesarios.

Dice  D. Julio Domínguez Arjona en su excelente página web "La Sevilla que no vemos", que Sevilla es el espejo donde se miran muchas cofradías de Andalucía y España, y tiene toda la razón. Si no, díganme qué hacíamos tanta cantidad de cofrades de fuera de Sevilla agolpados delante de los pasos quietos en los templos abarrotados.  Y dice otro Domínguez, D. Manuel, primo del anterior  y curtido cofrade onubense, que el sentido común es hoy más que nunca necesario en el mundo de las cofradías. Pues precisamente con eso debemos quedarnos, con la sensatez de ese puñado de cofradías que supieron actuar con el sentido común del que siempre hicieron gala las hermandades sevillanas.

No me vale eso de que en todos sitios se cuecen habas; no me vale el mal de muchos pues no sirve de consuelo ni a los tontos aquejados de trasnochados chauvinismos. La esencia de una cofradía es la misma acá, allá y acullá. Vivimos también en esto de las cofradías en una aldea global. Nada de lo que pase alrededor nos será ajeno. Estoy convencido de que lo ocurrido en Sevilla este último domingo, primero de Cuaresma, hará reflexionar a muchos. Con toda certeza traerá consecuencias, pero buenas. Estoy seguro que a partir de ahora tendrá que haber un retorno a la medida, un abandono de la desmesura que parece haberse instalado en las hermandades, en muchas hermandades; deberá relajar esa sucesión , más que vertiginosa, histérica, de actos vacíos de contenido que saturan la Cuaresma, sin fondo religioso, sin relieve cofrade.  Deberá buscar en la discreción el anonimato que contrarreste esa desmedida afición al protagonismo para, por ejemplo, estar continuamente  pretendiendo una cuota fija de aparición en las páginas de la prensa morada, y no es cuestión de matar al mensajero, sino a quien manda a una redacción noticias tan interesantes como que tal hermandad ha decidido bajar la cuadrilla, o  quién es el autor de la foto o quién ha pintado la portada del boletín de Cuaresma. Esto de la relación de las cofradías con la prensa también merecería un estudio (sociológico por supuesto). En definitiva, las aguas deberán  volver a los cauces de vida interior, de sencillez y de naturalidad de los que nunca deberíamos habernos salido. Ni allí, ni aquí, porque de no ser así, nos veremos recogiendo del suelo los trozos del esplendor de una Semana Santa rota "de tanto usarla". Como los trozos rotos de las piñatas de los carnavales de mi infancia.

domingo, 17 de febrero de 2013

PAPAS A LA CARTA


No, no es que vayamos a hablar de la rica y variada gastronomía de Cuaresma, ni de las papas a lo pobre o en paseo que por desgracia están siendo tan habituales últimamente en muchas mesas españolas, pero sí que vamos a hablar  de las variadas "recetas" que nos sugiere los muy ilustradas tertulias televisivas y radiofónicas desde que SS El Papa Benedicto XVI presentó su renuncia a la Sede Petrina, aunque según ellos y ellas, sesudísimos teólogos y teólogas, el Papa ha presentado su dimisión. Y yo me pregunto: ¿ a quién habrá presentado este buen hombre su carta de dimisión, al Espíritu Santo Paráclito? Que decía que no hay programa que se precie que no apunten cómo debería ser el nuevo Papa, estos periodistas que sin conocer a Cardenal Ratzinger, cuando llegó a la Sede de Pedro no tardaron en calificarlo y descalificarlo de ultraconservador,  y que me imagino se habrán quedado con las patas colgando y con la mandíbula de abajo descolgada, vamos lo que se dice con cara de tontos, cuando hayan visto como un Papa tan "inquisidor" renuncia a su responsabilidad "en plena libertad y por el bien de la Iglesia", sin ningún apego a la púrpura. Estos defienden ahora que "un papa debe morir en la cruz". Esos mismos periodistas que sin leer los libros del Papa se atrevieron a decir lo que sus libros no decían, ¿o no nos acordamos de la mula y el buey de los Nacimientos? Y ahora a ver quién "desface" el entuerto.

No sabe el Santo Padre el bien que ha hecho por las audiencias televisivas. Vamos, que les ha salvado la Cuaresma a más de un telediario. Y más de una tarde a los programas del corazón. Porque hay que ver lo que saben de todo estas tertulias. Tanto saben y tanto conocen las entrañas de la Iglesia Católica, que si yo fuera presidente de la Conferencia Episcopal Española ya estaría llamando a Sálvame, o al Gran Debate (vulgo la Noria) para que Paz Padilla o Jordi González me dijeran qué perfil quieren que tenga el nuevo Pontífice, y hacérselo saber de inmediato al Sacro Colegio Cardenalicio, más que nada para que lo tengan en cuenta en el cónclave, y lo debatan si eso. O le pediría opinión a María Teresa Campos, que hasta ha puesto un confesionario en su programa, donde se sienta a descansar de sus tacones. O al pseudo-humorista apesebrado en Canal Sur que hizo sus gracietas (sin gracia ninguna) sobre El Papa en su programa. Estoy convencido de que a todos estos intelectuales de garrafón, a esta estabulada "gauche divine" de cucharón y paso atrás les encantaría un papa "progresista", que según ellos estuviera de acuerdo con el aborto, ordenara mujeres sacerdotisas, obispas y cardenalas, y que tuviera a bien excomulgar al cardenal Rouco, como si todo esto fuera lo lógico en un Vicario de Cristo en la Tierra y jefe supremo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Estos periodistas a los que tanto les gusta hacer caridad con el bolsillo ajeno son incapaces de reconocer la ingente labor social de la Iglesia quitando hambre en estos tiempos de crisis, y les priva promocionar en sus programas tan solidarios a alguna ONG de garabatillo, pero jamás promocionarán a ninguna organización católica, ¿no se han fijado? Porque como dice Malili, mi compañera de trabajo, y sin embargo amiga, si  personajes como Willy Toledo o el Gran Wyoming no son ni quieren ser católicos ¿a qué viene opinar sobre la Iglesia, a qué tanta "preocupación" por su futuro, y por la identidad del próximo portador del anillo de Pedro?

Y si estos reconocidos periodistas dan su autorizadísima opinión, ¿por qué los cofrades vamos a ser menos? además, ¿es que nadie va a interesarse por los gustos cofrades del nuevo Papa?¡Hombre ya!. Que si será más de capa o de ruán; que si le gustará los izquierdazos  o el paso racheao; si le pondrá más el andar decidido o "avansá con lah uñitas na má"; si le irá más las agrupaciones  o las bandas de cornetas y tambores; si le gustará más los palios de cajón o los de forma, si las vírgenes con mantos sueltos o recogidos con muchos, muchísimos pliegues; si verá con buenos ojos la proliferación de coronaciones canónicas, y sobre todo algo crucial para que pueda contar y gozar de toda nuestra confianza y afecto: ¿le gustará o no le gustará al nuevo Papa de roma (arsa y toma) los Santos Entierros Magnos?

Y es que estoy en ascuas.....Mira que nadie plantearse qué pensará de estos aspectos tan cruciales para los cofrades, de estas verdaderas dudas que nos atormentan, el próximo pontífice. Es que no me llega la camisa al cuerpo. Ya podría Jorge Jordi González y María Antonia Iglesias (algunos apellidos los carga el diablo)completar el perfil que desean del nuevo papa incluyendo estas preocupaciones de las cofradías. Total, si a veces parece que estamos montados en La Noria.

   

jueves, 14 de febrero de 2013

CUANDO LA VIRGEN SE VISTE DE HEBREA


Pocas cosas anuncian con tanta certeza la inminencia de la Semana Santa como entrar en un templo y encontrar a una imagen de la Virgen vestida de hebrea. Ni los amaneceres que se adelantan, ni las tardes que se alargan, ni la luz creciente de estos días, esa luz que ya percibimos distinta y que activa algo en nuestro interior que hace que sin que necesitemos mirar al calendario intuyamos que el tiempo prometido está cerca, o tal vez que ya haya llegado, pues pocas cosas hay tan nuestra como la de gozar de las vísperas tanto como los propios días de pasión; ni siquiera el azahar, aún lejano, pero latente ya en el diminuto emperlado del nuevo verdor de los naranjos que va cuajando su blanco pregón de aromas, ni siquiera eso. Nada como la imagen de una dolorosa vestida con los colores de su atuendo de mujer hebrea para pregonar lo evidente.

Y es que parece que haya algo atávico en esta estampa que se repite en nuestras cofradías así que entre en nuestras vidas una nueva Cuaresma. Porque la Virgen así vestida, desposeída de alhajas, sin bordados, sin corona, parece indicarnos el camino que debiéramos seguir en este tiempo que nos devuelve a la infancia perdida, cuando empezábamos a albergar nuestro sueño cofrade, a ese tiempo feliz lejos de disquisiciones huecas donde nuestra esperanza se materializaba  en el mismo momento que entraba una parihuela vacía en la iglesia y veíamos cómo día a día iba tomando forma lo que para nosotros era la perfección. Y todo entonces empezaba a tener sentido. En la sencillez de una Virgen de hebrea está la simpleza de aquellas  semanas  santas limpias de polémicas gratuitas, de desencuentros, de las cofradías por sí y para sí, sin que fueran utilizadas como campos de batalla para dirimir no sé qué intereses, cofrades o particulares.

Así, desposeídos de casi todo, con la simpleza de una Virgen vestida de hebrea deberíamos adentrarnos en la Cuaresma, con la elegancia de la sencillez, mirando hacia nuestro interior, como la Virgen mira a la corona de espinas que sostiene entre sus manos, dejando fuera todo lo que no fuera amor a las cofradías, a la Iglesia, en este tiempo de perfiles morados.

No contemos hacia atrás el tiempo que queda para alcanzar los días del gozo; saboreemos los días, uno a uno, que nos acerquen a la Semana Mayor como si subiéramos por una escala santa que nos lleve a la gloria de una cofradía en la calle a pleno sol, o adueñándose de nosotros en noches de incienso y estrellas. Guardemos ese elocuente silencio que provoca la contemplación de una imagen alzada en su altar de cultos. Atesoremos en nuestro interior el repeluco viejo de besos nuevos en el pie de una imagen de Cristo. Reprimamos la emoción en una larga fila que proclama la Fe en una función principal de reglas. Todo para que música, lágrima y movimiento irrumpa con nuevos bríos y nos suene mejor cuando llegue a nuestras calles un nuevo Domingo de Ramos. Que nada ni nadie nos arrebate este santo gozo de vivir en cofrade la Santa Cuaresma como preparación a la Pasión y Muerte de Cristo, cuya conmemoración, a nuestro modo, es lo que le da sentido a la celebración.

 En este tiempo  bullicioso de cultos, conciertos, ensayos,  busquemos los silencios de la Cuaresma, enfoquemos adecuadamente su verdadera imagen y no tengamos prisa por que lleguen los días del gozo ,vivamos este dichoso presente mientras la Virgen siga vestida de hebrea. 

jueves, 7 de febrero de 2013

UN CUADRO CON LA SANTA CENA


                                                            "EGO SUM PANIS VIVUS"


Quienes estos últimos días  hayan entrado en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús se habrá encontrado con uno de los mejores altares de culto que últimamente se hayan podido ver. Y mire usted por dónde, no era ni el más alto, ni el más grande, ni el que tuviera más velas; ni siquiera el que más flores lo adornara. Era la materialización en tres dimensiones del mejor cuadro que de la Última Cena del Señor se pudiera haber pintado. La priostía o  mayordomía de la sacramental del Polvorín ha logrado plasmar en el altar mayor de su parroquia una escena digna de ser expuesta en los mejores museos y de figurar en los más fiables catálogos de Arte, así, con mayúscula. Han conseguido que algo tan efímero como un altar de cultos vaya a permanecer en el tiempo y en la memoria de todo aquel que tenga un mínimo sentido de la estética, cofradiera o no.

Y esto es lo que ocurre cuando se ponen los cinco sentidos en lo que se hace. Y sobre todo cuando se sabe lo que se hace. Esto no es fruto de la improvisación ni un acierto casual. Ni eso últimamente tan extendido de poner por poner, como si fuera puro escaparatismo. Detrás de esta escenificación de la Sagrada Cena  hay muchas horas de estudio, muchas ideas desechadas en el papel arrugado de la memoria . Díganme, si no, cómo es posible lograr una composición  tan perfecta con unas imágenes que en principio no están concebidas en esa disposición , y sin embargo lograr que entre ellas haya un elocuente diálogo. O cómo conseguir que el Iscariote quiera salir de la escena como si fuera a huir por la puerta de la sacristía. Si habláramos de pintura la escena sería comparable con la figura del mayordomo que entra por la puerta en el cuadro de las Meninas de Velázquez. Porque para lograr un efecto así, para conseguir un buen  altar de cultos, el que lo monta tiene, incluso sin saberlo ni ser consciente  de ello, nociones de arquitectura, haciendo de las medidas y de la proporción una ley inapelable. Sabe también, y mucho, de pintura. Prueba de ello es el acierto en la conjunción de colores en el ropaje de las figuras y en el de las flores, ¿por qué solo rojas o blancas? Y en la disposición de las dos piñas de cera, justas, en su sitio y aportando calidez a la escena junto a los dos candelabros de sobremesa. Y como eje central la leyenda  "Ego sum panis vivus"  cobijando al Santísimo Cristo del amor flanqueado por el Discípulo Amado y por San Pedro. Hasta se presiente la presencia de la Niña del Polvorín  vestida de hebrea, ensimismada en su Rosario y contemplando todo tras las rejas de la clausura de su capilla sacramental, cerca del cenáculo, como al parecer ocurrió en aquel primer Jueves Santo en el que Cristo nos dejó su cuerpo hecho Pan en la Eucaristía. Es impensable que la Virgen estuviera lejos de su Hijo en ese momento crucial para la Humanidad.

Pero por encima de todo en ese altar imperaba el gusto cofrade, eso que no se aprende en ninguna academia de arte, ni en las universidades,  que es tan difícil de definir y que o se tiene o no se tiene, y este altar lo tenía. Y bien que lo tenía. Me ha recordado aquellos cuadros en plata que presidían los comedores de nuestras casas o a los repujados en bandejas ovaladas en monumentos de Jueves Santo.

No descubrimos nada nuevo si decimos que los priostes o los mayordomos son los que modelan con sus manos (y sobre todo con su imaginación) un altísimo porcentaje de la imagen que tenemos de una determinada hermandad, el estilo que la define,  que tantos años se tarda en conseguir; siempre  he dicho que de todos los puestos de responsabilidad en una cofradía, ninguno tan bonito ni tan entregado (si se quiere hacer las cosas bien)como el de prioste. Aunque tan ingrato a la vez. Siempre sometido a juicio y donde todo el tiempo que se le dedique a la hermandad será siempre poco. Pero cuando se consiguen cosas como estas, como el altar de triduo de la Cena Sacramental, todo se da por bien empleado.

Porque a esta perfecta estampa solo le faltaba la banda sonora de una agrupación musical para que la viéramos perderse por el recodo de la calle de los Tumbaos camino de la Plaza Niña, bajo la intensa luz, azul y oro, de la tarde de un Domingo de Ramos, como lo veremos  pronto, muy pronto. Ya mismito.

Gracias a la hermandad por mostrarnos así el Misterio de la Sagrada Cena Sacramental, como en un cuadro en relieve, y poniendo de relieve la categoría de sus priostes. Enhorabuena.