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jueves, 31 de enero de 2013

SIN COMPLEJOS


No es cuestión de que nos metamos en circunloquios filosóficos. Ni intentar redefinir y menos reubicar lo que desde siempre sabemos qué han sido y qué espacio han ocupado las cofradías en el devenir de la historia de nuestra ciudad, la cosa es mucho más sencilla. Porque como en tantas otras cosas, en esto también está todo inventado, o casi todo. Aunque quizás no esté todo dicho.

 Dado lo turbias  (y turbulentas) que bajan las aguas cofrades de un tiempo a esta parte, ante la  aparente pérdida de identidad, no estaría de más replantearnos si todos, desde dentro y desde fuera tenemos claro, si tenemos el mismo concepto de lo que es, por tradición, por reglas, por sus fines propios, una hermandad de penitencia.

Estoy seguro de que en casi todas las reglas por las que se rigen nuestras corporaciones, en el artículo primero de sus fines lo deja bien claro: Dar culto público y privado a las sagradas imágenes titulares de cada hermandad y hacer penitencia con la cofradía por las calles el día de salida correspondiente. Y ya está. Fíjense qué sencillo. Pero claro,  dar culto a nuestro modo. Porque si quisiéramos rendir culto a Dios de otra manera, perteneceríamos a cualquier otro grupo de la Iglesia, con otros carismas, o nos limitaríamos a ir a nuestra parroquia y punto. Las cofradías tienen unas reglas de juego tan propias que no entiendo qué hacen en ellas a quienes no les gusta esta forma que tenemos de ser y de manifestarnos. Es como si a alguien no le gustara el cine y se hiciera socio de un videoclub, o abominara del fútbol y se hiciera socio del Recreativo, y encima quisiera cambiar las reglas de este deporte.

Luego los estatutos de cada hermandad contemplarán lo demás: el fomento de la fraternidad entre hermanos, la formación, la caridad..... Pero lo primero es lo primero. Lo digo porque hay quienes pretenden exigirles a  las cofradías, a sus hermanos, una formación religiosa de élite  que no tienen el común de los mortales; y otros que solo ven en ellas lo externo, el tesoro  de las manifestaciones artísticas inherentes a cualquier hermandad. Pues creo que ni solo lo uno, ni por supuesto, únicamente lo otro. Además de no tener porqué ir disociado una cosa de la otra, en las hermandades habrá de todo, quienes tengan una más que sólida formación religiosa y quienes solo les une a la Fe la devoción adquirida o heredada hacia una imagen de Cristo o de la Virgen, quienes la única vinculación que lo ata a lo religioso es un cirio, una corneta, o un costal los días de Semana Santa. No creo que un cofrade deba tener por obligación la sabiduría de Duns Scoto o de Santa Teresa (ojalá pudiéramos) ni quedarnos en la fe del carbonero. Gracias a Dios, aquí cabemos todos. Lo lógico y lo deseable es que al menos los miembros que rigen los destinos de las cofradías sí deban saber qué es lo que se traen entre manos, que a veces es para ponerlo en duda. No es cuestión de estar apretándose el silicio todos los días, ni de desollarse los dedos pasando continuamente las cuentas del rosario. Ustedes me entienden.

Porque luego desde dentro, tenemos también a los acomplejados que ante los gastos propios de una hermandad, flores, música, orfebrería, bordados....., se justifican contrapesando la balanza con las obras de caridad que se hacen. Y es estupendo que se hagan, más se debería hacer y todavía más aún en los tiempos que corren. Pero que no pongan como excusa la labor social que hacen las hermandades. Esto no es una O.N.G. por lo religioso. No hay que dar más explicaciones porque que cada uno con su dinero hace lo que quiere. El dinero de las hermandades lo generan sus propios hermanos. Ya me gustaría ver cómo sobrevivirían otras instituciones, deportivas, culturales y de todo tipo (y no digamos políticas, empresariales o sindicales) sin la consabida subvención del organismo oficial correspondiente. Aquí, nuestros vicios, nos los pagamos nosotros.  A nadie tenemos que dar explicaciones, ni a los de dentro ni a los de fuera, y menos a los que nos critican por este motivo pues nunca nos van a entender, o no quieren entendernos. Otra cuestión es la conciencia que tenga  la propia hermandad para saber decidir con justicia qué parte de sus recursos emplee para cada cosa.

Y luego están los del gran complejo, los que para que no le traten de beatos, meapilas, blanditos o de qué sé yo, siendo cofrades dejan bien claro que cofrades sí, pero que las hermandades no tienen nada que ver con la Iglesia. Como si eso fuera posible.

Lo que dice un amigo mío y que me habréis oído decir y escribir más de una vez: "Si a las cofradías no venimos a acercarnos a Dios y a hacer amigos, estamos perdiendo el tiempo". Mira qué sencilla definición para lo que debe ser una cofradía. Así de fácil; pero así de difícil si no somos capaces de liberarnos de ciertos complejos.

jueves, 24 de enero de 2013

UNA DEUDA PENDIENTE CON JUAN MANUEL


Hay nombres en nuestra Semana Santa , y más que nombres, hombres, que encarnan por sí solos el alma de la hermandad a la que han servido con absoluta entrega y dedicación, nombrarlos es como nombrar a su cofradía. Son cofrades de raza que nacieron a la Semana Santa justamente cuando esta agonizaba y se debatía, en muchos aspectos, entre la dejadez y la desaparición. Pero que con la sabiduría que no se aprende en ningún libro con estampitas, ni en ningún sesudo tratado cofrade, sino con la generosa entrega de su tiempo (y de lo que no es su tiempo) tuvieron la valentía de rescatar la Semana Santa del ostracismo, salvando primero a las cofradías a las que pertenecían y a las que a pesar de todo siguen perteneciendo.

Persona íntegra, hombre de Iglesia, católico a carta cabal y excepcional cofrade, D. Juan Manuel Gil García pertenece sin ningún género de dudas a este privilegiado grupo. Haría falta algo más que un artículo para resumir la labor de Juan Manuel en su hermandad de la Esperanza, y por extensión, su aportación a la Semana Santa de Huelva en general. Es difícil encontrar alguno de los muchos logros conseguidos por la Hermandad de San Francisco en las últimas décadas sin que se adivine por detrás, pero sin hacerse notar, la figura de Juan Manuel Gil.

Fue motor y promotor. Serio, servicial, emotivo, ha sabido contagiar con su trabajo el entusiasmo por su cofradía a un grupo (también excepcional) de cofrades de la Esperanza que hicieron de esta hermandad el referente a seguir, el modelo a imitar, alcanzando hitos en la historia de la Semana Santa onubense jamás logrados.  Siempre fiel a sus ideas, a la Iglesia, incluso en  momentos de desencuentros con sus pastores, ni un mal gesto, ni un solo comentario contra nadie. Quizás por eso, por su paciente espera, y "como Dios es muy justo y no se queda con nada de nadie", fue testigo y actor principal en el logro de ver pasar a su Bendita Madre de la Esperanza  de una habitación de una casa en la calle Palos, a la gloria de un altar en la Plaza de las Monjas donde la Iglesia de Dios en Huelva, de manos de su Pastor, le ofrecía a la Virgen  esa corona de esplendores con la que se  coronaba  canónicamente aquella inolvidable tarde de junio. Mientras, en el tiempo que duraba ese camino que los llevaba de la Cruz a la Luz, todo un rosario de hechos que marcaron un tiempo excepcional en la hermandad y en Huelva : la vuelta de la Esperanza a su barrio, la construcción de un templo, su posterior ampliación, la ilusión de un cielo bordado para cubrirla, el sueño tejido en tisú verde y oro para cobijarla, la solemnidad de unos cultos, y el quedar prendido sobre el pecho de la Virgen y para siempre en forma de Medalla el amor de la ciudad  por su Esperanza. ¿Haría o no haría falta algo más que este artículo para reseñar la dedicación de Juan Manuel a su hermandad y a nuestra Semana Santa? Repito que no es que todo lo haya hecho él solo; pero siempre ha estado cerca de todo lo que se hizo. Lo que hubo en este tiempo irrepetible en la hermandad de San Francisco no fue una transformación, fue una auténtica refundación.

En cualquier ciudad que se preciara, este bagaje sería más que suficiente para que Juan contara con el reconocimiento y homenaje, primero de su hermandad, y luego con el de la Semana Santa en general. Pero resulta que estamos en Huelva, tacaña y cicatera como pocas con quienes más hacen por ella, donde cualquier recién llegado es elevado a la categoría de héroe y puesto de modelo a seguir, donde se muestra si no desprecio, al menos poco aprecio por los que se entregan a alguna causa sin otro interés que  procurar la grandeza de esa misma causa.

 He compartido momentos irrepetibles, muchos de gozo y otros de zozobra  cerca de Juan Manuel Gil. Y en todos ellos ha demostrado su  calidad humana. No creo que contar con su amistad deslegitime ni le quite un ápice de veracidad a este artículo, que seguro no le hace ninguna gracia que se haya escrito, pero que sinceramente he considerado de justicia hacer.

 Estoy convencido que de producirse, recibiría esas muestras de merecido afecto con la  misma emoción que le asoma por los ojos  cada vez que habla con pasión de  tantos momentos inolvidables como ha vivido al servicio de la Virgen de la Esperanza, de su hermandad de San Francisco y de la Iglesia de Huelva. Como su impagable servicio en la organización de la visita del Beato Juan Pablo a nuestra ciudad, que consideró más que recompensado con solo poderse postrar ante el Vicario de Cristo y besar su anillo.

La verdad es que no sé a qué están esperando. Mejor, no me explico a qué estamos esperando. De bien nacidos es ser agradecidos y una medalla de oro no cuesta nada en comparación con lo que cuesta ganarla...Y sobre todo merecerla como se la merece Juan Manuel Gil.

jueves, 17 de enero de 2013

COMO LA IGLESIA QUIERE SER SERVIDA


Vaya ejemplo que estamos dando. Valiente espectáculo estamos ofreciendo a quienes menos nos quieren. Se estarán frotando las manos y se las estarán frotando con razón. No hacemos más que mostrar nuestra peor cara, nuestro más absoluto desconocimiento de lo que tiene que ser una cofradía como grupo religioso que pertenece a la Iglesia, ¿o no habíamos quedado que las cofradías deberían ser eso y no otra cosa? Porque parece ser, a tenor de lo oído y leído últimamente, que no sabemos lo que nos traemos entre manos.

Hay quienes a estas alturas todavía no saben que un Santo entierro Magno, o Santo Entierro Grande como se le ha llamado en Huelva toda la vida de Dios, no es una procesión que se crea exprofeso y de la nada para celebrar algún evento reseñable. Es la procesión de la hermandad del Santo Entierro ya existente que se complementa con los distintos misterios de la Pasión y Muerte de Cristo mostrándonos cronológicamente cómo fueron aquellos momentos que cambiaron el rumbo de la Humanidad, dividiendo a la Historia en antes y después de Cristo. Por eso esta celebración tiene lugar en Sábado Santo allí donde la procesión del Santo Entierro cada Semana Santa, es decir, todos los años, se desarrolla en dicha jornada cofrade; o en Viernes Santo si habitualmente es así.

 Vaya por delante que todavía sigo sin entender por qué no puede haber en Huelva una excepcionalidad para que esta  procesión extraordinaria se pudiera llevar a cabo en Sábado, incluso después de haber leído la nota de prensa del Obispado. No lo entiendo. Ahora bien, de ahí a las auténticas barbaridades que se han oído y leído a tenor de la negativa a la magna procesión va un verdadero trecho, un insondable abismo.

 Sigo sin  renunciar ni a una sola de las ideas expuestas en el anterior artículo de este mismo blog, pero no puedo estar de acuerdo en absoluto con los ataques, rayando con el insulto, que se han vertido en contra de algunos sacerdotes de nuestra diócesis, y hasta con el propio Obispo, precisamente un obispo que ha acudido a las cofradías siempre que se les ha necesitado, que se ha mostrado cercano, que ha predicado con frecuencia en sus cultos, que  ha descendido a ras del suelo cofrade, y sin tener porqué. Lo mismo lo hemos visto tocar el martillo de un paso en noches de ensayos, que dentro del coro de la primera voz de una banda de cornetas y tambores, o nos lo hemos encontrado a pie de calle contemplando como un onubense más el paso de las cofradías, ¿más cofrade, más nuestro lo queremos? Y no estoy dando marcha atrás de lo que pienso con respecto a la negativa al Santo entierro Grande, ni me estoy desdiciendo de que hay en la curia quien no nos quiere, ni bien ni mal. Pero de ahí a pretender ver a las cofradías fuera de la Iglesia, como literalmente he leído, incluso clamando para que nos llevemos las imágenes a las casa de hermandad y hacer una Semana Santa al margen, de por libre, hay que estar muy loco, o no tener ni idea de lo que va esto.

Lo cierto y verdad es que con este absurdo motivo se ha abierto una válvula de escape por donde hemos vomitado todos los odios posibles contra nuestra propia Madre la Iglesia, contra sus ministros y contra su Pastor. Y todo por creernos que las cofradías somos el centro del Mundo, imprescindibles para la celebración del Año de la Fe en Huelva. Hemos querido servir a la Iglesia como a lo mejor la Iglesia no quiere ser servida. Nos empestillamos en querer hacer las cosas a nuestra manera, que como cofrades que somos nos parecen la más adecuadas, la mejores, la más bonitas, y seguro que hasta llevamos razón. Pero no podemos imponerlas. Creo que se pierde una oportunidad de mostrar músculo en una sociedad cada vez más alejada de Cristo, más decadente. Pero, ¿cómo vamos a empecinarnos en asistir a una fiesta dónde no hemos sido invitados?

 Y del extenso catálogo de despropósitos que se están oyendo que se harían en el hipotético caso de que finalmente se autorizara la tan ansiada procesión, mejor no hablar. De vergüenza ajena. Se pretende forzar situaciones que sobrepasan el esperpento, como las de ciertas hermandades que por su lejanía al centro de la ciudad pudieran pretender acortar sus itinerarios el día de salida pernoctando en templos más cercanos a la Carrera Oficial, para facilitar así su participación en la magna procesión, aunque vaya en detrimento de su estación de penitencia que se supone debería ser lo más importante, mucho más que participar en un Santo Entierro Grande. ¿Es eso serio? ¿Pero esto qué es?

Y siendo  como somos, nos ha faltado el tiempo para levantar en ,las redes sociales la veda de los disparates más absurdos para "castigar" al Obispo con ideas tan preclaras como pasar de largo por la Concepción sin parar los pasos, ir sin música en Carrera Oficial, que no asistan representaciones a la procesión oficial del Entierro de Cristo......La sinrazón hecha carne de Internet.

Parece mentira que haya que recordar algo tan obvio como que las cofradías nos debemos a la Iglesia, que somos Iglesia y que debemos servir a la Iglesia. Pero como la Iglesia quiere ser servida, no como los cofrades queramos. Nuestra postura creo que debe ser la del ofrecimiento, no la de la coacción. Aquí estamos por si nos necesitan, pero no pretender hacer una religión a nuestro gusto ni un Santo Entierro Grande conseguido  a martillazos.