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miércoles, 30 de mayo de 2012

EN RECUERDO DE UN COFRADE, EN MEMORIA DE FERMÍN TELLO


Sin proponérmelo, he guardado un respetuoso luto de silencios. He preferido esperar a que la ermita de Montemayor haya recobrado la calma después del júbilo de su romería, en este tiempo en que la primavera dobla la rodilla ante el sol de junio, como los católicos nos humillamos ante la Custodia del Corpus. Ahora, reposados ya los recuerdos agolpados en la memoria al saber de la partida de este mundo de Penas hacia el eterno reino del Amor de un insigne cofrade, último de los legendarios, quiero rendir en estas líneas un sencillo homenaje a D. Fermín Tello Camacho. Y lo he querido hacer hoy, a treinta y un días de este mayo, cuando la Virgen, blanca azucena del Amor, más Amor destila.

La primera vez que hablé con este convencido cofrade fue un Lunes Santo de hace ya no sé cuántos años. A pocas horas de salir la procesión (cosas de aquellos tiempos), mientras Paco Contioso  ceñía con una ensarta de esmeraldas la cintura de la Virgen, Femín culminaba el paso tapando huecos, dignificando aquel  palio verde liso con todo el cariño y su buen hacer. Recuerdo que con la iglesia todavía vacía, sin nazarenos, en esos momentos de quietud en el templo antes de la eclosión de la salida, me hablaba de la hermandad, de proyectos, de palios bordados, de cambiar el gloria con la Virgen del Rocío por otra con Montemayor, de una candelería nueva, de la gracia torera de aquellos varales baratilleros, y me hablaba de Semana Santa y del Nazareno de la Concepción. Y aquel niño asistía absorto a una de las primeras lecciones magistrales que de cofradías recibió en su vida. Desde aquel día le profesé un sincero afecto y profunda admiración.

Luego, cuando con el correr de los años tuve el honor de trabajar por mi hermandad del Nazareno en distintos puestos de responsabilidad, siempre encontré en este cofrade de raza comprensión, apoyo, complicidad. A pesar de la diferencia de edad entreví siempre en él, como en un muy reducido grupo de viejos cofrades, un referente, un camino marcado por ellos que debíamos recorrer los más jóvenes para que la transmisión de la fe en las cofradías se lograra sin distorsiones, adaptándonos a los nuevos tiempos, pero conservando su auténtico  sentido de siempre. No estoy muy seguro de haberlo conseguido.

A veces pienso que la vida de Fermín Tello, vista desde la distancia, siempre corrió paralela a la vida de la hermandad de las Tres Caídas. Desde el dulce y difícil momento de la fundación en la Milagrosa hasta alcanzar la gloria que hoy goza, Fermín también tuvo que pasar por ese purgatorio de puentes en la candelería, de claveles de plástico, de estrecheces. Pero con el trabajo que él impulsaba, junto con la savia nueva que manaba en el seno de la hermandad, proyectó hacia el futuro a esta imprescindible realidad para la Semama Santa de Huelva que es hoy la hermandad de la Cruz de Santiago en el antifaz.

Hago memoria y lo veo con gesto adusto ante las inclemencias  meteorológicas, que tan malas pasadas le jugó a su hermandad, reacio a salir con amenaza de lluvia. O entre un revuelo de capas verdes bajando la cuesta de San Cristóbal intentando alcanzar al pasocristo, ansioso por llegar a la Plaza Niña. Y lo veo mirando a la Virgen con los ojos húmedos, siempre a la Virgen, a su Virgen, que entre los naranjos de la calle Francisco Niño se arrebujaba entre los pliegues de una mantilla, como custodia de blondas para el sol de su amoroso  rostro. Recuerdos. Vivencias al lado de alguien que sabes que habla tu mismo idioma. Cosa nada fácil no hace tantos años.

Se fue el maestro al encuentro definitivo con su Cristo, que este año buscará su mirada entre el paño de la Verónica y la suya, se marchó allí dónde solo reina el Amor. Pero habrá quién coja la alternativa, porque a  la hermandad la dejó puesta en suerte para seguir haciéndola cada día más grande, ¿o no, Fabián?, ¿a que sí, Manolo Ponce?, ¿me equivoco, Fernando Vergel?

Hoy la Virgen del Amor mostrará su dolor de siempre, pero una sonrisa revoloteará sobre el cáliz de su hermosura al recibir en la Gloria a D. Fermín Tello Camacho. Todo un señor, todo un cofrade; todo un señor cofrade. Descanse en paz.