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jueves, 22 de diciembre de 2011

¡ OH, RANCIA NAVIDAD ¡

Vamos a vivir, estamos viviendo ya, la Navidad de la crisis, que no tiene porqué ser la crisis de la Navidad. Lo digo porque de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda eso de decir que estas fiestas (lo de entrañables me lo ahorro) nos deprimen mucho. Pues ahora, más que nunca, hay que rebelarse contra esta moda. La Navidad, no las navidades, será lo que cada uno quiera que sea, no lo que quiera El Corte Inglés o lo que diga el comunicador radiofónico de moda, normalmente periodista sin título, en sus sesudas tertulias.

Cierto es que con el paso de los años las ausencias duelen especialmente en estos días, y en muchos casos habrá razones para aborrecer  estas fechas. Pero la mayoría lo dice por apuntarse al carro de la novedad en este país de noveleros, porque es mucho más progresista y mucho más moderno, dónde va a parar, ningunear, tachar de coñazo, y de camino vaciar de contenido religioso estas fiestas.

Lo mismo que a la hora de felicitarte. Resulta que últimamente se ha impuesto, observadlo y veréis que es verdad, la expresión de “te deseo lo mejor”. Pues si me deseas lo mejor, alma mía, deséame Feliz Navidad, pues para un creyente no puede haber nada mejor que Cristo vuelva a nacer en nosotros, pero de verdad.

Pero hablábamos de la crisis y la Navidad. Y pensando en lo que hemos convertido esta celebración crucial para los cristianos no me extraña que estemos deprimidos, lo raro es que no estemos en estado catatónico y con la ansiedad por las nubes intentando vivir una Navidad basada en el consumismo más absurdo, y a lo mejor, para salir de esta aguda depresión que algunos padecen en cuanto ven una tira de espumillón, se resolvía rápidamente desprendiéndonos de algunas cosas, renunciando a lo superfluo, a este irracional derroche, al quiero y no puedo. Ustedes me entienden.

Podríamos empezar, un poné, por cambiar el rosbif relleno de foie, por supuesto francés, por el  pollo asado; cambiar el Moët &Chandon por sidra champán El Gaitero, famosa en el mundo entero; o dejar para mejor ocasión los langostinos de reloj, denominados así, como usted ya bien sabe, porque para indicar su proverbial tamaño debemos señalar con una mano la muñeca de la otra, a la altura del reloj. Podríamos poner en su defecto una ensaladilla rusa, o nacional, como prefieran, con mucho pimiento morrón y atún de lata, o retornar al otrora plato insustituible como es la sopita de picadillo (rancio, ¿eh?).

Regresemos a aquellas Pascuas de alfajores de Ruíz (felizmente reinantes), y de  polvorones de Jorva, (q.e.p.d., digo los polvorones), de turrones El Almendro, cinta de oro y cinta de plata, del blando y del duro. Y pare usted de contar. ¿Usted cree que un bombón praliné relleno de kiwi en coulant de chocolate puede saber a Navidad? En mi casa desde luego no. Será en la de la Presley. ¿Y un turrón con sabor a nata y frutas tropicales, que en vez de cantar un villancico lo que te pide el cuerpo es bailar una bachata o una salsa de Celia Cruz?

Recordemos las sobremesas al calor del brasero, con la bandeja de los dulces (algunos ya lamiosos si es que habían sobrado de la noche anterior) con la copita de Licor 43, Calisay o de anís la Asturiana, cuya presencia siempre agrada; de panderetas de piel de las tiendas del mercado de abastos y villancicos viejos al compás del almirez.

Retornemos a los lebrillos de pestiños y roscos fritos amasados la misma mañana del día veinticuatro; a los dulces de calabaza de Rafalina, en su caja de madera que luego te servía para guardar las figuritas del nacimiento (eso de Belén es otra modernura) , las compradas en Baltasar o en la tienda de Pepa Mojarro, si había posibles; a la caja surtida de mantecados El Mesías, con su cenicero de regalo y el almanaque donde año tras año te ibas enamorando de una Virgen con una mancha en la mejilla, y con un rostrillo intentando ocultar las señales del tiempo en su rostro sin tiempo, porque igual que ayer permanece.

Navidades interiores, de casa, ¿cómo es posible no deprimirse celebrando, no ya la Nochevieja, sino la Nochebuena en un cotillón, fiestas mitad carnaval mitad recepción con cóctel fino? Por cierto, ¿han reparado ustedes en la cantidad de jóvenes que se ponen traje oscuro para hacer el botellón de Fin de Año y luego no tienen pantalones, nunca mejor dicho, de ponérselos en Semana Santa?

Y en Reyes , revivamos las mañanas frías con un coche de latón, o un patín; o del bote de Barón Dandy, que eso sí que es rancio, o la bufanda de pañete con cuadros y los guantes de cuero forrados de felpa amarilla que te habían puesto  en casa de la abuela.

Puede que este año, casi sin luces que adornen nuestras calles hagamos de la necesidad virtud y  vuelva a brillar con luz propia la auténtica Navidad. Total, los motivos del alumbrado en nada recuerdan la fiesta que celebramos. El alumbrado valdría lo mismo  para Navidad, carnaval o las fiestas de la patrona del pueblo.  Eso sí, las imágenes catetas de Papá Noel inundan nuestras calles. Merry Christmas.

Cada cual celebrará estos días como mejor le convenga, o como mejor pueda, faltaría más. Pero yo miro con cariño y cierta dosis de nostalgia aquel tiempo en el que sabíamos lo que celebramos y cualquier cosa nos parecía algo extraordinario, sin tantas tonterías, sin la esclavitud de vernos obligados a seguir la corriente de las absurdas exigencias. Por eso en vez de cantar la Blanca Navidad de Bing Crosby, entono un Rancia Navidad en recuerdo de aquel tiempo.

A todos les deseo  Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo. Nos volveremos a encontrar en este blog después de Reyes, cuando el Tiempo Prometido de una nueva Semana Santa esté más cerca…Y cuando se nos pase los efluvios del anís, Onuba, por supuesto.

jueves, 15 de diciembre de 2011

LE DICEN LA MADRE Y MAESTRA

Son de las hermandades, y sobre todo de las cofradías, sin cuya existencia difícilmente se podría entender la Semana Santa, ni la de Sevilla ni la de fuera de Sevilla. La Primitiva hermandad de los nazarenos de Sevilla, la del Silencio, ha ejercido y ejerce una innegable, y yo diría que impagable influencia en la Semana Santa de casi toda España. No creo exagerar. Muchas de las formas, de los ritos, de los gestos que tenemos por nuestros, conscientes, o inconscientemente, los hemos adoptado de ella. Son muchos los siglos aportando a la celebración pasional, adelantándose en casi todo, sirviendo de espejo donde mirarse en muchos aspectos.

Su estilo, sus enseres, la grandeza de sus altares de culto, la solemnidad en las celebraciones litúrgicas, han sido y son reiteradamente tomadas por modelo. Mucho tiene de admirable esta Archicofradía.

Pero de todo este inmenso patrimonio, material e inmaterial, me quedo con ese patrimonio intangible, imposible de inventariar ni por el más escrupuloso mayordomo: el del saber hacer, eso que no se recoge en ningún artículo de sus Santas Reglas, pero que saben cumplir a la perfección y en cada momento. Y no me estoy refiriendo a la rígida compostura de sus ejemplares estaciones de penitencia, todo lo contrario, hablo de la naturalidad con la que hacen todo. No sé. Será cuestión de costumbre y del saber acumulado durante siglos.

Cualquier hermandad que tuviera ni la mitad de lo que ésta tiene se vanagloriaría, y con razón, de poseer un tesoro; ellos levantan cada año una catedral bizantina para la Virgen de la Concepción como la cosa más natural del mundo. Cada nueva Semana Santa, cada Madrugada, con el filo plateado de la Espada del Voto cortan el espacio por donde se le cuela  a Sevilla sus mejores momentos y de los que ellos son heraldos, como si nada.

Rara vez la prensa, ni la morada ni la otra, se hace eco de sus virtudes, que no son pocas. Raramente veremos a ningún miembro destacado de sus juntas de gobierno en los medios de comunicación diciendo vaciedades como tantos otros. Pasan por el tiempo real sin desvirtuar el tiempo perenne de la hermandad más antigua, sin aspavientos, sin rígidas imposturas, sin falsas muecas, como cómplices tácitos que saben lo que su cofradía requiere en cada momento. Son capaces de consagrar tópicos y pulverizar cánones. Elevan a la categoría de arte el silencio que imponen a su paso en las calles, o el perfume envolvente de unas jarras con azahares y al mismo tiempo hacer añicos el supuesto de que un palio de cofradía seria tiene que ser de cajón, y los simpecados de terciopelo, mostrando a la más hermosa dolorosa del siglo XX bajo un colosal baldaquino de plata y a una inmaculada en simpecado de mallas.

Así, si el mutismo más absoluto es el mejor blasón que honra cada Viernes Santo a la Santa Cruz de Jerusalem, en cuanto mayo se adueña del compás de la Real Iglesia de San Antonio Abad, un delirio de geranios, mantones celestes y música de sevillanas rendirán culto a esa misma Cruz, ahora en vez de madera, de forja. Nada ni nadie les impone las formas ni el estilo. Solo ellos, con la naturalidad y la autoridad que les otorga el mantenerse fieles a la línea de su historia, ajenos a oscilaciones innecesarias sin ser inmovilistas, aceptando los cambios lógicos solo cuando el tiempo los ha madurado, con total naturalidad.

Y es especialmente en la solemnidad sin tiempo de sus cultos donde se manifiesta toda la profunda hondura de su mejor carisma, elevando a la categoría de excepcional lo que en ellos es habitual. Si en muchas convocatorias de cofradías usamos el término de solemne, ¿qué habría entonces que poner en la de la Archicofradía de Jesús Nazareno, en la del Silencio de Sevilla?

Quizás por eso les profeso una rendida admiración, aún sin haberlos visto nunca cruzar la Madrugada, sin que desde la orilla de ninguna acera haya podido ser testigo de la estela de luces emparejadas milimétricamente que deja a su paso el Dulcísimo Jesús Nazareno y que va precediendo el resplandor nacarado de la Virgen de la Concepción, sin ser hermano de esta primitiva hermandad, si acaso pariente lejano al pertenecer a una de sus más antiguas agregadas, de las más del centenar de agregadas (que no filiales) que posee la hermandad repartidas por toda España que llevan el “Gloria Nazarenorum” y el peculiar sello de sus cinco cruces como bandera.

Le dicen la Madre y Maestra. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.  Por algo será, digo yo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

UN CELESTE RESPLANDOR

No importa que los días se acorten hasta la mínima luz. Da lo mismo que hoy los rayos del Sol apenas alumbren ni calienten, hoy lo que de verdad alumbra y conforta cálidamente es la misteriosa luz de la fe de un dogma. Por eso cuanto más oscuridad haya, más brillará su celestial resplandor.    
El día ocho de diciembre suele amanecer con un tono en el cielo cuyo color hace honor a su nombre: El azul purísima. Y aunque no fuera así, si las nubes ocultaran el cielo, si lloviera, poco importaría. Siempre amanece esta mañana como emanada del color de su manto.
La luz fría de este día almibara perfiles, dora repiques de campanas, multiplica sonidos de clarines que anuncian con gozo el  Gozo de la Inmaculada  Concepción de Nuestra Señora. Como dijo el poeta “hoy Dios está azul”, y  su divino reflejo está dibujado en el Sol sin sombra del rostro de la Virgen.
El mediodía, saturado de aleluyas y de latines en un pontifical de casullas y esclavinas celestes proclama el privilegio especial de la Concepción sin mancha de María desde el primer instante de su ser, porque el Eterno “quiso, pudo, y por tanto lo hizo” y “tota puchra es María et mácula originalis non es in te”.
Ya por la tarde, cuando la luz decline, será la claridad que emana de su rostro la que nos alumbre. Cuando su sagrada imagen aparezca enmarcada en ese arco triunfal que es la puerta principal de la parroquia de la Purísima Concepción, de donde mismo dentro de un tiempo se derramarán sus dolores, sus amarguras, y hasta su más absoluta soledad, hoy solo saldrá su alegría desbordada, contagiándonos con su luz, con la dulzura cómplice que surge de sus ojos.
Y las azucenas, tan de mayo, volverán a florecer por Ella; y las rosas de los arriates tomarán el color y el candor de sus mejillas; y los claveles blancos copiarán la blancura de su alma, y como una ráfaga de plata el “bendita sea tu pureza” circundará a la Virgen cuando esté anta las Hermanas de la Cruz.
Hoy Huelva será azul cuando toda la delicadeza, toda la hermosura y toda la belleza hecha imagen reciente con hechura de siglos, pase junto a nosotros arrullada por la mejor música, y alzada sobre el mejor escabel que saben ofrecerle sus costaleros, elevada sobre la mejor juventud. Y los luceros , como de cristales congelados, repetirán una letanía ardiente de estrellas que inundará el espacio y que le dirá Virgen de la infancia, Virgen de la inocencia, Virgen de los claustros de las vírgenes, Virgen de la Teología más profunda y de la más acendrada devoción popular, Virgen del Dogma Español, Virgen de coplas antiguas, de “eres más pura que el Sol”, y de “el Sol es tu vestido”, Virgen de coplas nuevas, de ”María tú que  velas junto a mí “, Virgen de los abogados y Abogada nuestra, Virgen de los ejércitos, de los del Cielo y de los de la Tierra, poderosa capitana, Virgen Doncella de Huelva, Reina de la Diócesis, Señora de su parroquia y celestial Patrona de España. Ruega por nosotros y por nosotros vela, e intercede por nosotros ante Dios Nuestro Señor. Amén.

jueves, 1 de diciembre de 2011

DESDE LOS CIMIENTOS

Acaba el Año Litúrgico. Cristo Rey nos ha bendecido hecho Eucaristía desde la custodia de la Concepción. Termina sus cultos sacramentales la Archicofradía de la Oración en el Huerto y el color celeste (ese privilegio español en la liturgia de la Iglesia) irrumpe con la fuerza de lo nuevo anunciando el origen inmaculado de la Virgen María. Todo vuelve  a empezar.
Estamos en la primera semana de Adviento. Iniciamos, sobre un fondo morado, como de  otra gozosa cuaresma, un camino que no acabará en la Tragedia del Gólgota, pues esa será otra Pascua, sino en la ternura del Nacimiento de un Dios Niño en el Portal de Belén. Iniciamos el Año Nuevo Litúrgico y el camino hacia la Pascua de la Navidad.

Y ahora que todo se renueva, cuando todo está por escribir y todo está por comenzar, en las cofradías es tiempo de proyectos. Ahora, lo mismo que en la Naturaleza aparentemente muerta la tierra va gestando el esplendor de la primavera, nuestras cofradías van preparando desde su interior el futuro esplendor de una nueva Semana Santa, que también, como la tierra, irrumpirá con la eclosión de la primavera.

Por eso es el momento; por eso ahora, lo mismo que tenemos programados los cultos, los besamanos, besapiés, y nos sabemos de memoria el calendario de ensayos de todas las cuadrillas y las marchas nuevas de todas las bandas; si ya conocemos al pregonero, al cartelista y a la imagen que presidirá Via+Crucis del Consejo; si esperamos con impaciencia los estrenos que nos han anunciado, si lo tenemos todo previsto hasta el Domingo de Ramos, ¿por qué no hemos visto (al menos yo) ningún ciclo de formación cofrade?

Vivimos tiempos de innegable desapego, sobre todo de la juventud, a la práctica religiosa y a la Religión misma. Confundimos la pertenencia a una hermandad, a una cuadrilla, a una banda, con ser miembros, con todo lo que eso conlleva, del Pueblo de Dios que es la Iglesia. Sin entrar en las causas que nos han llevado a esta situación (familiares, educativas, culturales, sociales…) pienso que las hermandades pueden, y creo que hasta deben ser, el espacio idóneo donde empezar a formar a los jóvenes, pues con el tirón que tienen, las cofradías son capaces de llegar hasta donde otras instituciones no alcanzarían jamás. Ni a soñar que se echaran.

Recientemente  Monseñor Munilla, Obispo de San Sebastián, y refiriéndose a los resultados de la celebración de la JMJ en Madrid, decía que caeríamos en un error (del que la sociedad en general, y las hermandades en particular hemos adolecido) rebajando el nivel de exigencia a los jóvenes. Y ciertamente es así. Las hermandades siempre exigieron a sus hermanos jóvenes más de lo que exigen ahora. Nada del otro mundo, pero más que ahora. Quizás por miedo a perder la cuadrilla, o la banda, o el grupo de acólitos, muchas veces las hermandades hemos mirado para otro sitio cuando hemos visto que corneta, costal, cirial, blonda o lo que ustedes quieran ha sido el único interés. Y bendito sea Dios que los tenemos. Pero no nos podemos quedar ahí. Así, solo con esto, no hacemos Iglesia.

No se trata en absoluto de someter a nadie a un tercer grado. Se trata simplemente de proporcionarles, con  las herramientas que poseen las hermandades y su incuestionable atractivo, los recursos necesarios para lograr un mayor y mejor conocimiento de esas hermandades y de la Iglesia de la que forman parte.

El dicho de que “lo que se conoce es lo que se quiere” en el mundo de las cofradías se cumple como en ningún otro ámbito. Por eso se debe aprender a quererlas desde dentro y al mismo tiempo que se aprende a querer a la Iglesia. Y queriéndola aprenderemos a respetar, desde el Papa hacia abajo, a todos sus ministros, cosa que desgraciadamente no siempre ocurre en nuestro mundo cofrade.

Al parecer, los cursillos para dirigentes de cofradías han aglutinado a tantos cofrades que incluso se ha tenido que celebrar en un sitio más amplio. Ese es el camino.  Y si este cursillo ha tenido aceptación, ¿por qué no los va a tener para los jóvenes?
Ahora que todo comienza es el momento de mostrarles el camino, de  enseñarles a querer a las cofradías, a la Iglesia, desde sus raíces, desde sus entrañas, desde sus mismos cimientos.

jueves, 24 de noviembre de 2011

RECORDANDO

“En las cofradías hay gente que medran para ocupar un cargo y otras que con su trabajo callado son los que las sacan adelante” (Francisco Robles)

No sé por qué al leer esta certera y obvia (por mil veces demostrada) reflexión del periodista Paco Robles, se me ha venido a la mente esos hermanos, unos conocidos, otros que pasaron más o menos desapercibidos, pero que fueron fundamentales en algún momento  de la Historia para sus hermandades. Especialmente en los malos momentos.
Ahora que noviembre empieza a declinar, cuando en el negro de los vestidos de nuestras dolorosas (alguna que otra más que vestidas de luto parecen disfrazadas para una noche loca de Halloween) van perdiendo intensidad y parecen clarear por la proximidad del celeste; ahora que conmemoramos a nuestros fieles difuntos, volvemos la vista atrás, que como dice la canción, es bueno a veces.
Y perfuman la memoria, cálida de alhucema e incienso quemados en el brasero de los primeros fríos, nombres de hermanos que están grabados a fuego en la lápida de la memoria agradecida de su hermandad; y otros cuyos nombres parecen velados por la gasa gris del olvido y el de la falta de reconocimiento a su labor.
No hace falta escribir sus nombres, todos sabéis quiénes fueron y quiénes son. Además, son pocos, muy pocos; dos, tres a lo sumo en cada cofradía, pero que fueron capaces de sostener  a pulso la grandeza de sus hermandades, que no residía en el patrimonio material precisamente, sino en la devoción  y abnegación demostradas en momentos no muy propicios.
Conocían a la perfección, como a la palma de sus manos toda la cofradía, desde donde se guardaban los pernos (¿qué sería una cofradía sin pernos?) de los pasos hasta a quién había de darle el sablazo cofrade para terminar de pagar la factura de la cera que, a 30, 60 y 90 ,vencía enseguida. Lo fueron todo a un mismo tiempo, priostes, mayordomos, albaceas de culto…Pero siempre a la sombra, en un discreto segundo o tercer plano, sin aspiraciones.
¿A cuántos hermanos mayores encumbraron? ¿A cuántos les sacaron las castañas del fuego de la falta de saber cofrade y de la carencia de recursos humanos, vulgo falta de gente para trabajar por la hermandad, vamos? ¿Cuántos golpes les pararon? ¿Y cómo se lo agradecieron? Hubo quienes se salvaron con un almuerzo homenaje y un pergamino. Pero otros se vieron condenados  al ostracismo.
Pero alguien siempre habrá quien los recuerde cuando llegue noviembre, pasando quizás entre los dedos las cuentas de un rosario (negro, por supuesto) para rogar a Dios por ellos, para que ellos rueguen por nosotros, ahora que ya gozan de la visión de Cristo y de la Virgen tal como lo vieron y lo soñaron aquí en la Tierra, en el rostro de sus imágenes queridas.
Descansen en paz en el Reino que  se supieron labrar en el servicio a su hermandad, a su parroquia y a la Iglesia de Dios en Huelva.
Porque pocas cosas habrán en esta vida más desagradecidas que la memoria de una cofradía, cuando les conviene.

jueves, 17 de noviembre de 2011

"HIJO,TÚ NO TE SEÑALES"

Estoy seguro que esto es lo que me dirá mi madre en cuanto se entere de lo que va este escrito.

En este “hijo, tú no te señales” se esconde el miedo ancestral  heredado a decir lo que se piensa libremente por posibles represalias. Se nota que mi madre no conoce muy a fondo el mundo de las cofradías, de lo contrario ya estaría acostumbrada.

Y es que por más que se le diga que aquellos tiempos de señalar con el dedo a quien no opina como tú ya pasaron, que las cosas han cambiado, que en nuestra sociedad se respetan las opiniones ajenas nos gusten o no,  no hay manera, ella sigue en sus trece. Las represalias que por bando y bando se sucedieron en la lejana contienda civil española siguen en su subconsciente de mujer octogenaria.

Es que me  estoy imaginando como si la estuviera viendo lo que me  va a decir en cuanto que me vea:

-Hijo, ¿tú para qué te metes en nada? ¿Tú para qué te señalas?
-Vamos a ver, mamá, ¿que un católico, que un cofrade, diga que piensa votar al partido que defienda la vida desde el momento de la concepción y hasta su fin natural, por pensar que el aborto no es un derecho sino un estrepitoso fracaso, es señalarse?
-Pues claro que es señalarse, hijo; ¿o tú no sabes que un cofrade llamó a otro retrógrado, reaccionario, que quería que las mujeres fueran a la cárcel por abortar, por el mero hecho de llevar una camiseta de esas del “Sí a la vida”?
-Bueno, mamá, será un caso excepcional. Además, creo que nadie se sorprendería si los cofrades votásemos a los políticos que, por ejemplo, sabemos que van a misa (no a todo aquel o aquella que preside procesiones) o que estén algo más en sintonía con la Iglesia, o por lo menos que no la insulten, o que consideren acertado poner la cruz en la casilla de la Iglesia en la declaración de Hacienda…
-¡Uy que no! Pero hijo mío, pareces tonto. Anda que no hay cofrades que no van ni a misa y que le zurran a su Iglesia más que a una estera y que ponen a caer de un burro al mismísimo Santo Padre…
-¡Ojú mamá! Mira que eres…
-Ah, ¿qué no es verdad?
-Bueno mamá, puede que sí; pero allá ellos con su conciencia…
-Sí hijo, con su conciencia… Es que como dicen unos amigos tuyos: lo menos que hay que hacer para ser cofrade es creer en Dios. Y a veces dudo que muchos cofrades crean en Dios…O al menos no lo demuestran.
-Vale mamá. Ahí me has dado. Irrefutable lo que decís mis amigos y tú….Pero bueno, no creo que nadie llevará a mal que diga que deberíamos votar a quienes propongan que el esfuerzo, la honradez, el trabajo bien hecho y la capacidad sea lo que valide a alguien para ocupar un puesto de responsabilidad en la vida.
-¡Anda ya, hijo!  ¡Ahora no lo pareces, es que eres tonto! ¿Es que no has visto a muchos cofrades que ocupan cargos sin tener ni idea de lo que están haciendo, a veces sin gustarles esto, por el mero hecho de medrar  o de joder a otros cofrades?
-¡¡¡Mamá, ese lenguaje!!!…(Es que mi madre se vuelve deslenguada cuando le hierve el agua del radiador).
-¿No ves ocupando puestos de responsabilidad a muchos que no han hecho nada en su puñetera vida ni por su hermandad ni por nada, y solo se han dedicado a pontificar en las esquinas como charlatanes de feria?
-Pues es verdad, mamá. No había yo caído….
-¿O es que tú te crees que esto es como antes, cuando las cofradías no interesaban a nadie ni tenían relieve social y por eso nadie se acercaba; vamos, como cuando gente de tu edad empezaban?
-Pues….puede ser. A veces pienso como tú…Bueno, mamá, a lo que íbamos. Vamos  a ir dejándolo ya, que quiero terminar de leerme los programas electorales para estar más seguro de qué votar. Aunque cada vez tengo más claro que votaré al partido que quiera para mi nación el sentido de unidad que parece haber perdido, que no reabra viejas heridas de una antigua guerra (de la que los cofrades tendríamos mucho que decir) que la inmensa mayoría de españoles no vivimos, donde la cultura cristiana, origen y fundamento de Europa, sea la base donde construyamos nuestro futuro, donde las víctimas de la violencia, de cualquier tipo, no sean comparada con sus verdugos, ¿es esto un delito?
-Vamos a ver, hijo, ¿no te han llamado ya facha, reaccionario, cavernícola, por menos de eso? ¿No lo siguen haciendo muchos cofrades, por decir lo mismo, con…. Ay, cómo se llama, sí hombre, el obispo de Madrid…?
-Rouco, mamá; Rouco Varela. Y no es obispo, es Cardenal de la Iglesia Católica….
-Eeeeeese….Pues igual, hijo. Bien me haces sufrir…Mira, Manolín (es horrible pero sigue llamándome así algunas veces), déjate de tonterías y no escribas nada. Es mejor seguir la corriente. Y ya sabes, hijo, lo que yo te diga, tú a todo que si jijí, que si jajá….Y todos tan contentos.
-También es verdad, mamá. ¿Qué necesidad….?

 Y se irá refunfuñando para la cocina mascullando alguna retahíla que suena a copla antigua, a temores viejos, a jaculatorias de siempre. Son cosas de mi madre; cosas de su edad…

jueves, 10 de noviembre de 2011

TRILOGÍA DE LA CARRERA OFICIAL: SOLOS EN LA MADRUGADA. (Y III)

 Así, como en el título de la película de Garci, estuvo la hermandad del  Nazareno desde su fundación,  hace más de cuatro siglos,  siguiendo los pasos del Señor cada Viernes Santo. Y así volvemos a estar otra vez, desde que la Misericordia y el Perdón se ubicaron en otras jornadas estamos de nuevo solos en la Madrugada. Pero siempre acompañados. Primero, por la mitad de la ciudad que trasnocha por verlo salir de  la Concepción; y más tarde, al amanecer, por la otra mitad que madruga para acompañarlo hasta su entrada en la iglesia, al mediodía del Viernes.

Y en medio, la crudeza de una noche, a veces cálida, a veces gélida, solo arropados por los más fieles. De lo duro de una Madrugada acompañando al Señor solo podrán hablar con propiedad quienes cargando una cruz tras su paso o alumbrándolo con un cirio lo haya vivido.

La Madrugada no es la foto fija de un mediodía con el telón de fondo de las gitanillas que cuelgan del balcón del Comercial, bajo un cielo azul purísima y con el fondo musical de las saetas. Hay mucho más, de bueno y de malo. Solo por ser testigos de las muestras de devoción de Huelva al Señor, ya vale la pena. Pero también hay sombras en este emblemático día de la Semana Mayor onubense.

Muchas veces quienes esgrimen el descenso de fieles (no me gusta llamarlo público porque esto no es un  evento social ni deportivo, ni un espectáculo, sino una expresión de religiosidad popular, aunque algunos no quieran entenderlo así) en las horas más bajas de la Madrugada, aunque lo que descienda en realidad sea  el número de “espectadores”, porque los fieles al Nazareno y a la Amargura los siguen incondicionalmente; o aducen la idoneidad de quienes lo ven pasar; o argumentan la inversión horaria con respecto a las demás cofradías  como rasgos negativos, puede que tengan hasta razón.

 Pero  me gustaría ver a muchas cofradías de multitudinario acompañamiento en su jornada haciendo estación de penitencia en la Madrugada. Mientras que  lo que la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno es capaz de hacer cualquier tarde, Él solo, sin música, sin saetas, lo ha demostrado clarísimamente en los distintos Vía + Crucis del Consejo (en tres ocasiones) y en los traslados que se vio obligado a efectuar por el cierre de su sede. Hasta la Madrugada de Sevilla con sus seis cofradías (y qué seis cofradías) tiene sus horas críticas. Pero eso lo sabemos los hermanos del Nazareno. Y cuando salimos somos  perfectamente conscientes de a qué nos enfrentamos.

Esta frialdad, este mal ambiente que dicen condicionan a  la Madrugada, y que no parece afectar a la hermandad del Nazareno, no es exclusivo de Huelva. En Cádiz, las hermandades de la Sanidad y Medinaceli,  y en Córdoba las de la Merced y el Nazareno, han buscado acomodo  en otra jornada dejando a sus ciudades sin Madrugada. Pero este no es nuestro caso.

Sabemos del cansancio que se acumula, si se es cofrade, durante la Semana Santa. Sabemos de broncas entre los que han hecho que arrastremos el etílico sobrenombre; de alguna que otra reyerta; de las provocaciones de los gamberros; de colillas encendidas tendidas a los pies de los nazarenos; de cristales rotos al paso de los penitentes…..Y no nos importa. Nunca nos ha importado ni nos han amilanado. Con eso ya contamos. Y es verdad que a veces la Madrugada es así.

Por eso me extrañó la decisión de que dos hermandades de nueva creación pidieran en su día  la Madrugada como jornada de salida. Por eso no me extraña ahora que hayan buscado otro día para hacer su estación de penitencia. Por eso, ahora más que nunca, no sé lo que hace la Hermandad del Nazareno haciendo Carrera Oficial sola en la Madrugada.

Y no se trata de prebendas “por ser vos quién sois”, ni por privilegio especial, sino porque todos los problemas de seguridad y orden que antes comentábamos se trasladan al itinerario de una carrera oficial cuyos palcos en la Madrugada, mayoritariamente, no son ocupados por sus propietarios,  sino por una suerte de gente (por no decir calaña) que nada tiene que ver con las personas que los ocupan en cualquier jornada, y donde tienen patente de corso para hacer de todo, y he dicho de todo. Además, y como me comentaba un amigo: ¿qué sentido tiene hacer estación de penitencia en un templo del que hace un cuarto de hora (literalmente) se salió, casi mordiendo la Cruz de Guía la cola del manto de la Virgen de la Amargura. No es que haya que tratar a esta hermandad con un criterio distinto. Es aceptar la evidencia, ¿o es que a su propia hermandad no le gustaría una espléndida carrera para su cofradía?

Creo que la hermandad de Jesús Nazareno ha dado sobradas muestras de colaboración y de paciencia cuando su salida se veía condicionada al hacer estación de penitencia en la Concepción justo a esa misma hora las hermandades de la Misericordia y el Perdón. Quizás por eso aquellos intentos, parece que ya felizmente superados, de querer descabalgar al Nazareno de las cuatro de la mañana, su hora de salida desde siempre, acabándose así con una de las pocas, si no la única, tradición horaria que nos queda en nuestra Semana Santa. Y que sin molestar a nadie lleva la hermandad cumpliendo desde tiempo inmemorial. Pienso que la hermandad del Nazareno aporta a la Semana Santa de Huelva mucho más de lo que esta carrera oficial aporta al Nazareno. Supongo que lo mismo que la decisión de abandonar la Madrugada por parte de la Misericordia y el Perdón cayó por su propio peso y por la soberana  (y creo que acertada) decisión de sus hermanos, también caerá por su peso  la idea de la inutilidad de que la hermandad del Nazareno realice, al menos como está planteada hoy por hoy, la carrera oficial.

El eximir de hacer carrera en la Madrugada sería descargar de conflictos al Consejo, al Ayuntamiento y a las propias fuerzas de seguridad cuando el niñaterío no disponga del  escenario perfecto  donde cómodamente  molestar a la hermandad.

La Madrugada de Huelva es así. Siempre fue así.  Y no se puede arreglar moviendo de día a hermandades como si fueran los muebles de un salón al que hay que redecorar, ¿o no han oídos ustedes decir que la Madrugada se salvaría poniendo tal o cual hermandad, cambiándola de jornada, intentando plagiar un canon imposible de imitar? Dejemos las cosas como están, como siempre han sido.

 No sé si en Huelva ha habido alguna vez Madrugada; o era la Madrugada del Nazareno; o era el Nazareno Quién hizo la Madrugada… O es simplemente el Nazareno.

jueves, 3 de noviembre de 2011

TRILOGÍA DE LA CARRERA OFICIAL (II) LA ESTACIÓN DE PENITENCIA

No me asalta ni la menor duda del fervor con el que hacen estación de penitencia los miles de nazarenos que procesionan en nuestras cofradías. Ni soy yo quién  para valorar la medida de la devoción con la que cada uno entra en la Concepción para cumplir este precepto cofrade, que debería dar sentido  a nuestras procesiones y a nuestra carrera oficial. Todavía no se ha inventado el “Devotómetro” para poder medir la intensidad del amor a Dios y de su compromiso con Él y con su Iglesia.

Que las cofradías son entidades religiosas tendrán que reconocerlo hasta los que solo ven en ellas el componente cultural (que sin duda tienen) y al menos reconocerán el “hecho religioso” en la estación de penitencia de las hermandades. Y que de actos así dependerá en gran parte la imagen que de nosotros tenga la sociedad.

Pero si esta sociedad debe forjarse una idea de las cofradías a tenor de las imágenes que  nos ofrecen las televisiones locales desde el interior de la Concepción al hacer estación de penitencia, preferible que se queden con la parte cultural, antropológica y hasta lúdica, porque hablan claramente que la forma (eso que tanto nos gusta cuidar a los cofrades) es manifiestamente mejorable. 

Condicionantes como el espacio interior del templo reducido por la ocupación de los pasos de las cofradías allí establecida y la ubicación de la capilla sagrario, imposibilitan una mejor y más lógica estación de penitencia. Y que conste que la solución no pasa, ni muchísimo menos, como se oyó decir en alguna que otra ocasión, por montar un “monumento” en el atrio de la iglesia durante todos los días de la Semana Santa. Esto denota no tener ni idea de lo que es un monumento eucarístico, ni un sagrario ni de lo que es el Santísimo Sacramento del Altar.

Y es que volvemos al problema de siempre: No hay un lugar adecuado ni la infraestructura necesaria. Nada imputable a la parroquia de la Concepción, de la que me consta su disponibilidad y de la infinita paciencia de sus tres cofradías. Por cierto que esta emblemática parroquia de Huelva es de las pocas que exponen diariamente  a S. D. Majestad y ante la que se postran numerosos fieles para adorar, pero donde también se aprecia la falta de jóvenes, cofrades o no, arrodillados ante la custodia. Aquí tenemos un extenso  campo donde puedan arar los diputados de culto y formación. Algo tan sencillo y tan grande como enseñarles, ya que al parecer nadie se ha preocupado,  que ahí, en la custodia, está real y verdaderamente presente Jesucristo Sacramentado.

Porque si algo tan elemental como la adoración al Santísimo no se hace, o por desconocimiento o por falta de fe, ¿cómo se va a poder hacer una estación de penitencia en condiciones? Algo tan fácil como enseñarles cantar el Pange Lingua y que se sepa asistir a una exposición y a una bendición, o simplemente recordarles que antes de entrar a ver al Nazareno hagan una genuflexión ante el sagrario de la parroquia. ¡Será por enseñarles a querer los ritos más ancestrales de nuestra religión!

Si se va a hacer una estación de penitencia, hagámosla bien, aún con los pocos medios de los que disponemos. Seguro que hay fórmulas  que la llenen de contenido. No cuesta trabajo intentarlo. Sería la única forma de hacer realidad eso que tanto nos gusta poner al pie de las convocatorias de cultos,  eso de A. M.D.G et B.V.M., a  Mayor Gloria de Dios y de la Beata Virgen María. De lo contrario seguiremos desfilando por una pasarela cofrade y nos dedicaremos al pasar a ver montados los pasos de la Concepción. O a rezarle un padrenuestro al Nazareno de la Concepción, como cualquier tarde.

 Miren, miren si no los resúmenes de Semana Santa de las televisiones locales.

jueves, 27 de octubre de 2011

TRILOGÍA DE LA CARRERA OFICIAL (I)

La creación de la carrera oficial en la Semana Santa de muchas localidades andaluzas, a imitación de la de Sevilla, surge de la necesidad de ordenar el discurrir de las cofradías que se dirigen a un mismo templo, catedral, prioral o parroquia emblemática del lugar, para hacer estación de penitencia en su interior. Ese, y no otro, es el verdadero y único sentido de este itinerario común.

Pero la realidad urbanística de nuestra ciudad es tozuda, terca más bien. Y no colabora en absoluto para que nuestra carrera oficial sea ni parecida a las de otras capitales de nuestro entorno.

Huelva, al carecer en el pomposa y pretenciosamente llamado casco histórico (y fuera de él tampoco) de un templo con las dimensiones adecuadas para que por su interior pueda transitar la cofradía completa, pasos incluidos, hace que esta carrera oficial no tenga sentido tal y como está planteada hoy. Mantener este itinerario para hacer la estación de penitencia en la Concepción de la manera que se hace  (y de lo que hablaremos en otro momento) no merece la pena.

Cuando se cambió el trazado de la anterior carrera oficial y se adoptó el actual, muchos creyeron ver en la Placeta esa Campana imposible, obviando al mismo tiempo en la calle Concepción la posible calle Sierpes.

Pero la propia infraestructura de la ciudad y los intereses de más de un comerciante la hicieron inviable. La obsesión por los palcos en nuestra Semana Santa es sorprendente. Y nuestras calles, excepto la Gran Vía, no se prestan a su instalación, y todo para que se convierta en una pasarela cofrade donde se come pipas, muchas pipas; y los niños dan por saco, mucho por saco a sus vecinos de palco, y lo que es peor, a los nazarenos que van en el cortejo.

Pero esto que no llega a ser ni problema, quedaría solucionado con una adecuada distribución de sillas en calles que no admitan palcos, protegidas con estructuras revestidas de paños, rojos por supuesto, y una mejor educación de los padres de los niños.

 Una carrera oficial cuyo itinerario discurre por la puerta de un templo de donde salen tres cofradías (cuatro, esperemos que eventualmente) es en principio un problema, pues afecta a un normal desarrollo de sus salidas y entradas con los palcos (otra vez los palcos) casi en la misma puerta, y estrechando el camino a la hermandad. Me sorprende que Protección Civil, tan activa y exigente con la seguridad de las romerías, no haya reparado en la posible peligrosidad de este enclave cofrade.

Y me admiro de la paciencia con la que hasta ahora han actuado las hermandades de la Concepción a pesar de estas molestias circunstancias. Se ha dado el caso en algunas madrugadas de estar ya el paso del Nazareno en la calle, la Virgen de la Amargura todavía en el interior y la hermandad partida en dos para que pudiera hacer estación de penitencia la Misericordia. Por no hablar del horario y del rodeo de la Soledad en su salida y el de la Oración a su regreso. Lo que se dice un sinsentido.

Al final, la antigua carrera oficial, aquella tan denostada por empezar en un hotel y acabar en una cafetería, estética y operativamente era mejor que esta, mucho mejor que esta. Y excelente para las posibilidades de Huelva cuando continuaba por Vázquez López para seguir por Palacio y Concepción hasta terminar a las puertas de la Iglesia, y que se cubría con sillas en esas calles y no con los inoperantes palcos.

Este antiguo trazado, y buscando una fórmula más adecuada para la estación de penitencia ,que no debemos confundir con carrera oficial, sin inventos raros, sin nazarenos pasando por un pasillo de sintasol sin saber lo que hacen, sería a mi pocas luces el mejor posible. Independientemente de la dirección en que se hiciera, como antes, o a la inversa, empezando por la Iglesia de la Concepción.

Lo que no puede ser, no puede ser; y además es imposible, como dijo el Gallo. Debemos aceptar nuestra ciudad como es. Pero esto no nos exime de buscar una mejor carrera oficial, pues  es posible. No podemos aspirar a una carrera como donde sabemos, sin contar con lo que sabemos. Es decir, como en Sevilla y sin la catedral de Sevilla. No podemos hacer coincidir una carrera oficial a martillazos  ¿Qué le vamos a hacer si Huelva es así y así hay que quererla? ¡Qué más quisiera yo que vivir en una ciudad monumental!

Todos somos conscientes de la dificultad que entraña poner de acuerdo a veinticinco cofradías. Pero el mero hecho de que hubiera una, sólo una, que se viera perjudicada, sería motivo más que suficiente para revisar la idoneidad o no de la actual carrera oficial, que ha sido y sigue siendo motivo de discordia entre cofrades, tema de discusión en cualquier tertulia que se precie, y mina de oro para circunloquios en barras de bar y esquinas cofrades. Pero al parecer con pocos visos de tener solución.

Pero cosas más raras se han visto.

jueves, 20 de octubre de 2011

MORIR EN LA ORILLA

¿No habéis experimentado nunca esa sensación de luchar denodadamente  por algo en lo que has creído durante toda tu vida y sentir que no ha servido para nada?
¿No pensáis  muchas veces que los objetivos  que te has marcado no coinciden en absoluto  con los de aquellos que tú creías que remaban contigo en la misma dirección y resulta que iban en otra totalmente opuesta?
¿No habéis nadado contra corriente y cuando  estabais alcanzando la playa la habéis perdido de vista? ¿No habéis muerto alguna vez  en  la orilla?
Pues esa sensación me asalta más veces de las deseadas cuando considero algunos aspectos de nuestra reciente realidad cofrade.
Los que vivimos la transición de las cofradías, al mismo tiempo que vivíamos la transición política en un cambio de régimen que nada bueno auguraban para nuestras instituciones ni para la Iglesia, recibimos unas hermandades que languidecían, y  sobre todo que agonizaban en su vida interior. Y esto como consecuencia  derivada de un vacío generacional producido  por al boom económico de los sesenta (el Seat Seiscientos también  le hizo mucho daño a las cofradías) que al posibilitar nuevas formas de ocio alejó a muchos de las cofradías, viéndose de esta manera interrumpida la normal sucesión por razones de edad en las nóminas y en el gobierno de las hermandades.
Pero a pesar de las circunstancias y las carencias por todos conocidas, aquellos que dieron el paso al frente y aceptaron dirigir una cofradía y en condiciones tan adversas,  tuvieron claro lo que se traían entre manos, y recogieron el testigo respetando siempre su historia y su tradición. Lo que sucedería luego es bien conocido por todos.
Atraídos por el espectacular auge que las hermandades alcanzaron en los primeros compases de la democracia (y contra todo pronóstico) se fueron adhiriendo muchos advenedizos que jamás habían mostrado  el menor interés por la Semana Santa. Y de ahí, siempre a mi modesto entender, arrancan muchos de los males que ahora nos aquejan.
Las cofradías crecieron tanto y en tan poco tiempo, como una burbuja inconsistente, sin afianzar los pilares que la sustentaban,  que muchos, bastantes,  se arrimaron buscando no otra cosa que relieve social y notoriedad amparados por la avalancha de nuevos cofrades llegados en aluvión, sin formación, sin conocimiento del verdadero sentido que tenían estas entidades religiosas.
Algunos que literalmente se “cachondeaban” (perdón por el vulgarismo)  de  los que en aquellos años ya vivían por y para sus hermandades, han sido y son miembros de juntas de gobierno e incluso hermanos mayores,  porque pronto cambiaron de idea y se subieron al carro del triunfo en cuanto intuyeron que podían manejar, y si encima podían salir a cara descubierta en la procesión, mejor que mejor. Ustedes ya me entienden.
¿Dónde estaban cuando sacar una cofradía costaba sangre, sudor y lágrimas? ¿Dónde cuando nadie nos tomaba en serio? ¿Dónde se escondían cuando esto era considerado cosas de mariquitas y de tontos?
Y claro, con lo fácil que era destacar en un mundo tan mediocre, se hicieron dueños de una situación que ha propiciado en parte esta especie de recesión cofrade que ahora vivimos, al copar puestos decisivos en el entramado cofrade.
Otros, como nuevos ricos, fueron hermanos mayores sin tener ni idea de esto porque una vez pagaron las flores del quinario, una túnica para el Señor, o la banda para el palio, pensando siempre en su promoción personal, pocas veces en el bien de las cofradías, que si bien crecían en esplendor exterior, palidecían en su vida interna. Y es que por mucho que me quieran hacer creer que una barra en la casa hermandad  es hacer vida de hermandad, no trago. Eso no sirve para nada. Si acaso para la parte más visible del espectáculo; pero no para la parte seria.
Puede que, afortunadamente, esa generación también vaya  pasando. Y puede que nuevas generaciones quieran beber de aquellas fuentes donde el amor a las cofradías, con todo lo que  eso conlleva, fuera  el único motivo para acercarse a ellas.
Porque de aquellos polvos, estos lodos. Haría falta otra transición en las cofradías, pero a la inversa. Urge buscar la forma de hacer crecer por dentro a la hermandad. Por fuera, a la vista está lo mucho que hemos mejorado, pero no podemos conformarnos con eso. Este falso renacer de la Semana Santa no puede ser el canto del cisne de la celebración más hermosa que conocemos.
Solo así, los que lucharon por mantener viva la llama cofrade en tiempos nada propicios no tendrán la sensación del trabajo baldío, ni de morir en la orilla del esplendor de las cofradías.

jueves, 13 de octubre de 2011

ANGELITO AL CIELO

A  veces los zarpazos que la vida te dispensa son tan crueles que parecen buscar el momento preciso, ese tan especial, tan oportuno para herirte  todavía más, como si lo escogiera  para poderte hacer más daño, y para que jamás se te pueda olvidar.
Por muy asumida que se tenga la enfermedad y la segura muerte de un hijo, no creo que nunca se esté preparado, siempre te cogerá por sorpresa.
De ese dolor de enterrar a quien por ley natural de la vida debía de enterrarte a ti, solo pueden hablar con propiedad quienes hayan pasado por semejante trance.
Anoche, cuando acababa el día de la Virgen del Pilar, onomástica de su madre, fallecía un cofrade, un gran cofrade a pesar de su corta edad, hijo de Pepe Zamora y Pilar Carmona. Y no por esperada su muerte ha sido menos dolorosa; si acaso, más inexplicable y mucho menos comprensible.
Murió el día del Pilar y se le dará el último adiós ante la imagen del Señor de la Oración en el Huerto, que con la medalla de Javi prendida a su pecho, está dispuesto sobre el paso en el que ese mismo día será trasladado a la Catedral en procesión extraordinaria. Tenía que ser justo ese mismo día. Eso es dar en la diana  del destino.
Y es que Javier, impaciente como cualquier niño, no ha querido esperarlo en la puerta de su casa por donde pasará la procesión camino de la Merced. Él ha salido a su encuentro y ya está con Él, como cualquier Jueves Santo, alba blanca y esclavina verde, delante de un paso.
Y a Pepe, su padre, no será un ángel confortador el que le ofrezca  el trago más amargo que beberá en su vida. Será el propio Cristo arrodillado el que lo haga, y del que beberá como ya lo hizo Él aquella noche de su Pasión  aceptando la Cruz sobre sus hombros, como hace cada tarde de Martes Santo en San Pedro. Pepe Zamora es cofrade recio y sabrá  hacerlo.
Pero en esta terrible hora  le puede quedar la satisfacción del amor entregado a su hijo en vida en los momentos más duros y alimentado su vocación cofrade. No hubo celebración, ni procesión, ni evento en las cofradías al que no asistiera , siempre que su salud se lo permitía, con su hijo. Por eso tenía una pasión por las cofradías más grande que su propio cuerpo. Nunca pregunté por su salud, pues aunque saltaba a la vista, siempre me superaba esa afición sin límites que adivinaba en su rostro y no era cuestión de recordarle, ni a Javi ni a sus padres lo evidente. Me asombraba su fuerza por aprender de hermandades con su proverbial curiosidad de niño, de niño cofrade.
Así fue la última vez que lo vi, la mañana del  Sábado Santo en Sevilla visitando a la Hermandad de los Servitas, con la pasión cofrade saliéndole por los ojos. Y así me gustaría recordarlo.
Angelito al cielo, ropita al arca. Esta especie de jaculatoria se la he oído decir a mi madre cada vez que se enteraba de que un niño había fallecido, como teniendo la seguridad de que ya estaría en la Gloria. Y aquí con más razón, pues este ángel además era cofrade, muy cofrade, y seguro que bajará más de una vez tallado en carne de madera sobrevolando la canastilla de cualquier paso de Cristo.
Descanse en paz. Y rogad a Dios para que la Virgen de los Dolores haga suyas las lágrimas de Pepe y Pilar alcanzándoles el consuelo, tan difícil en estos momentos. Y en estos días tan señalados para su Hermandad de la Oración en el Huerto.

jueves, 6 de octubre de 2011

SABER DE COFRADÍAS

Vamos a dejarnos de tonterías. Donde verdaderamente se transmiten los valores, sean del tipo que sean, no es en la televisión, ni en la radio, ni en ninguna publicación especializada. Es en la familia. Por lo tanto, si consideramos a la hermandad como una gran familia, es en su seno, en el de la hermandad, donde debe transmitirse los valores cofrades, entendiéndose como valores el conjunto de rasgos propios y peculiaridades que fueron forjando a través del tiempo la identidad de una hermandad, eso que la hace única y diferente a las demás dentro del conjunto de la Semana Santa, y teniendo su razón de ser en el contexto de la Iglesia a la que se debe.

Todos conocemos cofrades que son verdaderos eruditos en cuestión de cofradías que conocen a la perfección autores, fechas, datos, historia, tradiciones, detalles, pleitos y litigios entre cofradías…Y nada malo hay en ello. Si no fuera porque a veces coincide con el más absoluto desconocimiento de su propia hermandad. Y esto, al menos para mí, no es saber de cofradías. No se puede generalizar, pero ocurre.
Antes, conocer a tu hermandad, saber de cofradías, se aprendía de un modo que difiere bastante al de hoy. Hace no tantos años, los que se iniciaban en este mundo nuestro de la Semana Santa estaban deseando que se les permitiera participar en la vida de la hermandad, y no era tan fácil, pues muchas veces las hermandades no se abrían tan fácilmente a la juventud. No como ahora.

Y siempre se iniciaban en algo tan cofrade y tan sencillo como limpiando la plata. Así, en la casa de hermandad si la había, o en el breve espacio de una secretaría, o en el almacén, entre bayetas y algodón mágico se aprendía de Semana Santa en la misma medida que se aprendía a querer a tu hermandad, escuchando a los mayores, a aquellos que atesoraban la sabiduría de los años y la experiencia, no como signo de autoridad ni superioridad sobre los más jóvenes, si no como depositarios de la idiosincrasia de la hermandad.

Hoy parece que se pretenden transmitir este saber de Semana Santa en las distintas tertulias  que de un tiempo a esta parte proliferan en nuestra ciudad. Y que conste que estas reuniones de cofrades, en sí mismas, no deben suponer en absoluto nada peyorativo. Yo pertenezco a una, en la que, como en todas, pasamos momentos magníficos hablando de lo que tanto nos gusta. Pero de ninguna manera debe suplantar ese verdadero aprendizaje que se consigue sirviendo, viviendo la hermandad desde dentro de sus propias entrañas.

Lo mismo que a comienzo de un nuevo curso sabemos el calendario de ensayos de todas las cuadrillas y de todas las bandas, si conocemos de antemano los estrenos que se presentarán  para la próxima salida, si sabemos con suficiente tiempo las fechas de todos los eventos, salidas extraordinarias, conciertos de relumbrón de célebres bandas de música (menos el nombre del predicador del quinario lo sabemos todo), no estaría de más que se programaran cursos de formación cofrade en el seno de la hermandad donde se transmita con autenticidad, y sin distorsionarla por el capricho del último que llegue, el verdadero ser de cada cofradía a los que empiezan a integrarse en ella.

Una auténtica transmisión de valores evitaría que cada vez que llega al gobierno de la hermandad una nueva junta, parece que pretendieran refundarla, más que nada por el desconocimiento que de la misma tienen muchos de estos oficiales, que alcanzan la dirección de su hermandad sin apenas saber de ellas, y lo que es peor, sin respetar lo que durante tantos años ha ido conformando su verdadera identidad.

Saber de cofradías no consiste en acumular conocimientos sobre ellas. Es algo más. Es aprender a quererlas desde lo más profundo de nuestro ser. Y eso se consigue conociéndolas desde la transmisión de los que lucharon y trabajaron por ellas. Esos conocimientos adquiridos día a día en el trabajo por la hermandad que se han ido decantando en el fondo de nuestro ser, y que forma ya parte de nosotros. Como cada uno de nosotros formamos ya parte de ellas.

jueves, 29 de septiembre de 2011

¿SORPRENDIDOS?


¿De verdad que los cofrades nos hemos sorprendido por la “aparición” de una imagen de la Virgen de la Merced, preciosa por cierto, en un concurso de televisión? ¿Para tanto ha sido? ¿Qué hay de raro?

A mí lo que de verdad, de verdad, me sorprende, es que a estas alturas la gente se sorprenda. No entiendo este revuelo que se ha formado. Hombre, siempre es agradable ver cómo todavía hay a quienes les queda algo de capacidad de asombro.

Porque esto que ha ocurrido en el programa Allá tú, de Cuatro, no es nada nuevo. Si acaso un tanto novedoso en las formas por lo impactante de ver a una imagen de la Virgen en un plató. Pero en el fondo, nada nuevo.

Todo obedece a un plan premeditado desde hace tiempo por ciertos sectores de la sociedad, con el apoyo de algunos altavoces mediáticos y tan fantástica y sibilinamente hecho que casi no nos hemos dado cuenta. Y el objetivo no es otro que desposeer a todo lo relacionado con la Iglesia Católica, más concretamente con sus manifestaciones de religiosidad popular, de cualquier unción sagrada.

Pero no se le puede adjudicar todo el mérito de esta desacralización a las televisiones y medios afines que abominan de nuestra fe, Los cofrades tenemos mucha culpa de lo que pasa. Tanto hemos querido humanizar lo divino, las cosas santas, trayéndolas a nuestro terreno que aquí tenemos el resultado. Este manoseo, esta banalización de los principios, otrora sagrados para una cofradía, este bajo nivel de exigencia en todos los sentidos arrojan estos resultados.

Aquí, y también allí, cualquier cofrade rebotado o que no encuentra acomodo en ninguna junta de gobierno, y ansioso por mostrar sus habilidades con el martillo, con una blonda, o con un costal, organiza una Asociación Cultural Sacramental con sede y salida de las dependencias de la Asociación de Vecinos del barrio, tal como suena, en un momento. Y es que es tan fácil. A saber: una imagen de dudosa calidad artística encargada a un amiguete que es escultor y la deja baratita; una parihuela (de seis palos por lo menos); unos candelabros para las esquinas hechos con tubos de fontanería, como servidor ha visto en la muy cofrade ciudad de Sevilla, un grupito de muchachitos de la orden contemplativa (porque nada más que van a contemplar, a trabajar ni de broma) diciendo que la Virgen va “prissiossa”; una banda con marchas retorcidamente estridentes….Y procesión a la calle.

Estas asociaciones vienen a ser como las agrupaciones  llamadas ilegales en el carnaval de Cádiz, unas porque no hacen carrera oficial, y otras porque no actúan en el Falla. En el fondo, lo mismo.
Además, estos cofrades, más por falta de formación que por cualquier otra cosa, ni se sienten iglesia, ni se lo plantean, y no lo consideran necesario. Si acaso lo llevan como un mal menor para poder alcanzar el objetivo de la procesión.

Por eso, ¿de qué nos extrañamos al ver que la madre del concursante le lleve la imagen de su asociación para darle una sorpresa al niño?

Y del nivel de educación y respeto hacia la figura de la Virgen habla bien a las claras los comentarios sobre ella , del presentador y del participante.

¿Es o no es esto cuestión de formación? ¿Es o no manipulación y retorcimiento de lo religioso? ¿Es, o todavía no, momento para pararnos a pensar seriamente qué estamos haciendo con esto?

¿Qué te has sorprendido por lo que hemos visto en la televisión, y que creo que como la crisis, esto no ha hecho más que empezar? Pues “allá tú”. Yo no.

Juzguen ustedes mismos:

jueves, 22 de septiembre de 2011

NO OS COMPRENDO


Los que me conocéis, y a los que no ya os lo adelanto, sabéis que no soy referencia moral para nadie. Solo intento cumplir con dignidad los preceptos de mi religión, vivir mi fe con natural alegría y llevar con la mayor elegancia posible las cruces que me pueda encontrar en el camino de mi vida.. Modelo para poder imitar no me falta en la sagrada imagen del portentoso Nazareno de la Concepción.

A nadie intento aleccionar y a nadie pretendo convencer. Ni me sorprendo de determinadas actitudes de miembros de mi Iglesia, ni me voy a escandalizar por algunas opiniones sobre lo que para mí son principios sagrados. No suelo adquirir la actitud de la “duquesa ofendida” tan fácilmente. Pero de verdad ,os aseguro, que me he sentido tocado en la línea de flotación de mi capacidad de sorpresa cuando he oído y leído  opiniones de cofrades, de demasiados cofrades, al parecer indignados con la figura de S.S, El Papa Benedicto XVI en su visita apostólica a Madrid con motivo de la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud, de tan notorio éxito y cuyos frutos ya están notándose.

Desde el respeto a cualquier opinión, y lejos de intentar convencer a nadie, perdonad que os diga que no os comprendo. No es indignación, ni cabreo contra nadie, si no incapacidad para comprender a quienes han criticado, no ya la visita o la celebración de la JMJ, si no la propia autoridad y magisterio del mismísimo Papa… Y siendo cofrades.

Alegar la edad del Pontífice como impedimento para desempeñar su labor al frente de la Iglesia Católica es, cuanto menos, impropio de los que debemos venerar la experiencia como una virtud para dirigir cualquier empresa. El mismo Cristo escogió como sucesor al mayor de entre sus amigos. Mi padre tiene un año más que Su Santidad el Papa, y a pesar de las “impertinencias” propias de su edad, pido a Dios que lo siga teniendo muchos años entre nosotros. Sus opiniones, sus consejos, los sigo teniendo en cuenta como ley. Y sus deseos aunque chocantes a veces, para mí y para mis hijos son ordenes. No entiendo que los años sean un problema para ser la cabeza visible de la Iglesia.

Otros alegaban que el “líder de su iglesia, es decir Cristo, murió crucificado, no se codeaba con los poderosos y nunca viajó en papamóvil” (Sic). Dios mío, cuánta demagogia, porque  luego, como cofrades que son, a quienes esto afirman les gusta más que a mí (que ya es decir), unas potencias de oro, un manto bordado y unos respiraderos de plata en el mejor paso que haya. Pero el Papa que vaya en taxi.

Otros muchos arremetían contra el coste económico de la visita. Cierto es que la seguridad que lleva el pontífice es superior a la de cualquier jefe de estado que nos visite, por algo será. Pero que tampoco difiere mucho del coste que supone a las arcas del estado la visita a nuestro país de cualquier dictadorzuelo de tres al cuarto, o el capricho de la señora Obama de veranear unos diítas en la Costa del Sol. Y aquí nadie dijo ni pío. Solo se oía la banda sonora de la película de Berlanga, ya sabéis: “Americanos, os recibimos con alegría…”.

Pero donde me vi tocado y hundido y me cuestionó muchas, demasiadas cosas, fue en la defensa que algunos hicieron de las teorías del Cardenal Martini sobre el celibato sacerdotal, (eso si, opcional, solo faltaba que fuera obligatorio), sobre la ordenación de mujeres y sobre otros aspectos “estrella” para los detractores de la Iglesia. Y es que aquí estamos pisando terreno peligroso. Un cofrade no puede poner en entredicho bajo ningún concepto, y desde mi punto de vista, la autoridad del Papa a quien juran defender el domingo por la mañana en la Función Principal de Instituto, y por la tarde ponen en duda.  Por eso el mejor Martini, el que a mí más me gusta, es en copa corta, con dos cubitos de hielo y una rodajita de limón. Removido, no agitado.

Insisto en que no me corresponde a mí aleccionar a nadie pero tampoco pueden pretender que no exprese mi opinión. No es mi intención herir a nadie como a mí me han herido ciertas opiniones que provenían de un mundo, el cofrade, al que pertenezco por voluntad propia, y al que conozco bien… O creía conocer. No os imagináis lo aligeradita que se ha quedado mi agenda de amigos en Facebook después de leer las barbaridades que leí contra el Papa y contra la Iglesia.

Retomo este blog en el que debía hablar de la Virgen, en este septiembre reflejo de mayo en su dedicación a María. No ha podido ser. Soy buen pagador. Le debo una.

Pero me urgía expresar mi adhesión al Papa, como cofrade y como católico, y mi sincera y perpleja incomprensión con los cofrades que así opinan. Dicen que corregir con humildad a tu hermano es una obra de misericordia…Hacedla conmigo si estoy en el error.

jueves, 14 de julio de 2011

TIEMPO DE VERANO


Ahora que la espuma cincela a golpes de olas una peana con toda la plata del mar para la Virgen del Carmen; cuando Santiago blande su espada en desigual lucha con los inclementes rayos del sol, de los que la ciudad se guarece de día hasta el ocaso y que solo entonces reanima su pulso para vivir de noche; ahora que es verano es como si el ritmo del tiempo fuera perdiendo velocidad hasta quedarse casi detenido, como si anduviese sobre los pies y su peso disminuyera aliviándose de tantas cosas que desfiguran a Huelva, es ahora en este tiempo de verano cuando aflora otra Huelva, renace la ciudad de nuestra infancia.

Por eso Huelva vuelve a sentir bajo sus pies el tacto de la arena tamizada con hojas de eucaliptos en la Punta del Sebo; se reencuentra con su ría y con su mar a los que le ha dado la espalda durante el resto del año; sube con frecuencia al Conquero buscando la brisa que la alivie de la galbana; vuelve a asomarse a sus azoteas y se siente niña mojando sus pies en un patio recién regado, verde de aspidistras y azaleas.

Se perfuma en la memoria con jazmines y damas de noche. Huelva ahora es un sueño de luces de colores reflejadas en el agua cuando agosto entre por su puerta entornada esperando la brisa que la refresque. Huelva en verano es muelle de hierro esperando algún barco de guerra para festejar la epopeya del Descubrimiento. Es barco de pesca engalanado que saluda con su bronca sirena.

Es sonido de radio de cretona que se cuela por la ventana de la cocina y cuya música copia la maja golpeando el dornillo  donde se esta gestando un gazpacho. Es silencio de sobremesa rota con juegos infantiles, siempre amenazado por una alpargata blandida por alguna madre, o en su defecto alguna tía entonces soltera, y algo más benevolente. Es carrito de helados pregonados a la hora de la siesta; es barra de hielo en un carro de mulas.

Es sol que cae a plomo sobre un desierto de asfalto las tardes de los días de fiesta. Es sahariana blanca y mascota de paja, y vecino gordo sentado a la puerta de su casa en camiseta de tirantas; es abuela sentada en una butaca abanicándose con un pericón, grande como umbrela papal, y búcaro con cigüeña y tapa de croché en el alféizar de la  ventana. Es chaqueta blanca y traje largo con chal en el baile de gala de alguna caseta. Tiene sabor a melocotón dulce y canela de un ponche tomado sobre un mostrador. Es derroche de imaginación y colorido en un desfile de carrozas por el recinto Colombino. Es modesto tributo a la Patrona en los fuegos artificiales de Pepe “miniño” frente al Humilladero.

Es novena de abanicos en la Merced removiendo en el aire la historia de su devoción y es barca sesteando, casi parada, en la suave corriente de un estero con la pleamar de un mediodía, donde reza un ángelus de luz y sal que ocupa la bóveda azul hiriente del cielo, en una sinfonía musical grandiosa y solemne. Es la playa que con cada ola nos devuelve a la memoria el tiempo de otros estíos, amarilleados a fuerza de sol inclemente, casi quemados, en la memoria.

Esta página, este blog también sesteará. La Virgen de la Cinta me pide versos y a ello quiero consagrar este tiempo de verano. Dios quiera que logre juntar un puñado de letras capaz de exaltarla con la dignidad que el caso requiere y Ella se merece.

Nos volveremos a encontrar cuando la Virgen Chiquita haya regresado de nuevo al Conquero llevando la bodega de su barca de plata repleta de avemarías y salves, cuando llegue al santuario y en sus redes de trasmallo lleve prendido el corazón de Huelva. Cuando la Divina Pastora en Cantillana haya pastoreado a su grey, cuando su pueblo haya sido asombro y pasmo primero, y delirio después, al contemplar la hermosura de su Virgen cuando le es retirado el sombrero.

A cuantos habéis tenido la caridad y la paciencia de leer estas, digamos, elucubraciones mías durante estos meses, os deseo un feliz verano.

Volveremos a encontrarnos cuando llegue septiembre.

jueves, 7 de julio de 2011

VOLVER A LOS DIECISÉIS


Cuando se acabó nuestra relación, esa tan especial, tan íntima, tan hermosa que yo tenía contigo desde hacía tantos años, a mis pies se derrumbó la tierra y me vi en caída libre precipitándome en un pozo que parecía no tener fondo. Me vi sin norte y con el rumbo perdido navegando en no sé qué océano de aguas tenebrosas, o caminando por un desconocido y siniestro desierto de oscuras arenas donde vagaba sin luz, esa luz que siempre me alumbraba y que de golpe se apagó para mí.

Hasta tu nombre desapareció de mi boca como engullido por la nada. Y no por despecho, si no porque inconscientemente había algo que me  impedía pronunciarlo. Cuando a veces de noche, en una especie de delirio entre sueños te nombraba, tu nombre se ahogaba en la almohada. Pero un eco lastimero me lo devolvía torturando mis sentidos.

Y lo más inexplicable es que después de tanto tiempo sin ti sigo sin saber la causa que nos separó. Supongo que las cosas de la vida, los celos, terceras personas… Tú ya sabes.
Encima, como mujer que eres, te aparecías ante mí más hermosa e inalcanzable y tu belleza me provocaba más desolación y hacía más incomprensible esta lejanía que nunca hubiera deseado.

Y ahora que, aun sin haber cicatrizado las heridas y  había aprendido a vivir con el dolor que tu ausencia me provocó, me has vuelto a llamar. Y tu llamada ha sido para mí como el repentino rayo de sol que se filtra súbitamente entre las nubes negras de la tormenta que  parece que fuera pasando. No te voy a engañar. He soñado tantas veces este momento que aunque lo estoy viviendo no me parece verdad. Me has devuelto a los dieciséis años cuando te encontré una tarde de verano. Todavía recuerdo hasta la ropa que llevabas puesta, blanca , con flores y mariposas brocadas, curiosamente el mismo vestido que llevabas el día que llegaste a Huelva por primera vez. Y estoy viviendo y reviviendo aquellos años en que me fuiste enamorando de tal manera que toda mi vida desde entonces giró alrededor de ti. Vinieron otros amores, pero jamás lograron vencer al tuyo.

Me veo con los libros bajo el brazo volviendo del instituto, loco por verte y con unas rosas en la mano que de camino cogía en las baldas de cualquier chalé del Conquero. Es como si poco a poco los recuerdos me fueran acercando a ti. Y es que tienes la habilidad de que con una sola mirada tuya se disipe todo el dolor pasado y se diluya como el humo.

Me conoces y sabes que el rencor no tiene nada que hacer conmigo, y no veo la hora de que llegue nuestro reencuentro. ¡Anda que no lo he imaginado veces! Pero espera unos días antes de acudir a tu llamada, no me impacientes más, por favor. Porque aunque no lo creas necesito tiempo para que tu nombre, vetado por respeto, vuelva a abrirse camino en mi boca. Aunque te parezca mentira, a estas alturas de mi vida tengo miedo de que mis manos no sean capaces de encontrar el camino de tus sienes, ni que puedan abarcar tu talle, fino y elegante, del que siempre presumía delante de mis amigos. ¿Y tu aroma? Tengo que volver a aspirarlo despacio, como la fragancia de una rara e irrepetible orquídea. Aguarda a que vuelva a acostumbrarme otra vez a acudir a nuestra cita diaria. Déjame que me acostumbre de nuevo a besar tus manos como hacía cada vez que nos encontrábamos. ¿Volveremos a estar en tu casa hasta altas horas de la madrugada, a media luz, hablándote de mis cosas?  No me pongas más nervioso, no me apremies.


Sin embargo, hay algo que sí te quiero pedir, no me ilusiones como aquella primera vez, como a un adolescente, y luego me vuelvas a dejar. No creo que lo resistiera. Si me vas a llamar de nuevo, que sea para siempre, hasta siempre que tú quieras…Y que nadie más que tú que seas quién lo decida.

Pero bueno, déjame vivir este momento de felicidad, permíteme que lo cuente a todo el mundo, que lo pregone a los cuatro vientos. Dios mío, ¿cómo podría explicar lo que estoy sintiendo? Aunque me quedara mudo todo el mundo adivinaría en mi mirada el gozo que ahora tengo. ¿Cómo me puedes causar tanta alegría? ¿Cómo eres capaz de despertar en mí tanta felicidad? ¿Cómo, si tu nombre es sinónimo de dolor? ¿Cómo, si te llamas Amargura…?

jueves, 30 de junio de 2011

CARTA AL NUEVO HERMANO MAYOR

Querido amigo y querido hermano:

Cuando ayer al filo de la medianoche comenzaba el día de su festividad, San Pedro, con una de sus llaves, la de plata, cerraba un periodo en la historia de nuestra hermandad; y con la otra, la de oro, abría un tiempo nuevo. Así sucede siempre que se celebra un cabildo para elegir nueva junta de gobierno. Plata para el recuerdo y oro para el futuro de esta Real, Antigua y Venerable hermandad de nazarenos.

Ayer, Chelu, tuviste la inmensa dicha de que tus hermanos que participaron masivamente y con una actitud ejemplar, te eligieran para que seas, cuando lo confirme el Sr. Obispo, nuestro nuevo hermano mayor. No hay distinción, ni cofrade, ni civil, ni de ningún otro tipo para un hermano de Jesús Nazareno que ser el hermano mayor de su hermandad.

Y has salido elegido en unos comicios donde concurrían circunstancias especiales. Precisamente en circunstancias nada propicias has sabido explicar  junto con el resto de oficiales que formarán tu junta de gobierno, la idea que tienes de lo que desearías que fuese la hermandad. Y tu mensaje habrá sido comprendido a tenor de los resultados cuando te han encomendado la honrosa misión de regir los destinos de nuestra hermandad y cofradía. Dicho así, ¿a que asusta? Pero no te preocupes. Todo es cuestión de prioridades, y creo que tú, en esto, siempre lo has tenido claro.

Siempre que un hermano mayor accede al cargo, que viene de carga, no te olvides, se encuentra ante sí con una larga lista de tareas a realizar, de toda índole: patrimoniales, sociales, asistenciales, caritativas… Pero la principal es la de rendir el culto debido a Nuestro Padre Jesús Nazareno. Cosa nada difícil en principio dada la enorme devoción que El Señor tiene en Huelva, pero complicada en la actualidad pues la sociedad tiende cada vez con mayor frecuencia a desdibujar con todo tipo de distracciones el verdadero esplendor de nuestras imágenes. Será misión tuya y de tu junta de oficiales procurar purificar la devoción al Nazareno, protegiéndola de todo lo que la pueda distorsionar. Que lo que brille sea él, y solo Él.

Luego vendrán los estrenos, lo material, eres cofrade viejo y sabes a lo que me refiero. Pero estoy seguro que coincides conmigo en que eso hoy no es lo más importante.

Actualmente tienes ante ti una tarea infinitamente más importante, un reto mucho más urgente: Lograr en tu tiempo de mandato la unidad entre nosotros. Y esto tiene mucho que ver con que dejemos que Dios empape con su Espíritu nuestra hermandad. Tienes la misión y la obligación de lograrlo. Aunque evidentemente no depende solo de ti.

En su legítimo derecho, han comparecido junto con la tuya dos candidaturas. Son dos formas más de entender la hermandad. Dios quiera que seamos capaces de unir voluntades. Todos deberemos poner de nuestra parte. Todos sabemos de tu bonhomía, sabemos de tu bondad de corazón y de tu honradez a prueba de auditorías cofrades. Conocemos tu mano firme a veces y otras de terciopelo, tendida cuando se necesita. Inténtalo. Sería tu mayor legado.

Y hablando de legado. Anteanoche, recién proclamada vencedora tu candidatura, al acercarme a Isabel, tu madre, no pude por menos que emocionarme acordándome del legado de devoción hacia la hermandad que te dejaron tus antepasados. ¡Anda que estarán disfrutando poco, más que en un eterno baile de cascabeleros ante San Juan Bautista, tu padre Paco Borrero y tu tío Pepe sabiendo que este año irás presidiendo la cofradía donde mismo ellos iban! Así que no te extrañes si esta madrugada de Viernes Santo, susurrándole piropos a la Virgen, ves dos nazarenos más, uno a cada lado del nuevo hermano mayor, en la presidencia del paso de palio.

Y me acordaba de la mucha hermandad que vivimos en la rebotica de la droguería, y de Juana María llamando por el patio para tomar el “moka”. Te veía preparando la plata, montando el Nacimiento, o de costalero, o haciendo gala de tu infinita paciencia dándole forma, clavel a clavel, al monte del Paso del Señor. Por eso cuando al principio de este tiempo de elecciones en la hermandad (me niego a llamarlo campaña electoral) decían que no te conocían, lo que en realidad no conocen es la historia, no ya tan reciente, de la hermandad.

Así que cuando quisiste contar con mi ayuda para tu proyecto, aún sabiendo mi deseo de unir distintas sensibilidades, no me pude negar. Aun sabiendo que podría perjudicarte, más que beneficiarte, no pude ni quise negar mi mano a quién durante tantos años ha colaborado con la hermandad, mejor dicho, ha hecho hermandad, y que cuando te he necesitado en el desempeño de algún cargo en la junta de gobierno, siempre te he tenido cerca. Jamás coseché de ti una sola negativa. Absoluta disposición a la hermandad.

Aunque eres poco expresivo, sé de tu felicidad, de la de Rocío, tu mujer, de la de tus hijos y de la de toda tu familia. A ella me sumo de corazón. Te la mereces. Y nosotros nos merecemos un hermano mayor como el que estoy seguro vas a ser.

Un abrazo.

P.D.  Te ruego hagas extensiva mi felicitación al resto de tu junta de oficiales de gobierno.